El Tesoro del Corazón
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una familia de granjeros que vivía en una modesta casa.
En esa familia, había un niño llamado Martín, quien siempre soñaba con tener mucho dinero para poder ayudar a su familia y cumplir todos sus deseos. Un día, mientras la mamá de Martín estaba limpiando el gallinero, descubrió algo sorprendente: una gallina dorada que ponía huevos de oro.
La noticia se esparció rápidamente por todo el pueblo y pronto todos querían ver a la famosa "gallina de los huevos de oro". "¡Mamá, tenemos que cuidar muy bien a esta gallina! ¡Nos va a hacer ricos!" -exclamó Martín emocionado.
La mamá asintió con una sonrisa y juntos decidieron cuidar a la gallina con mucho amor y dedicación. Pronto, los huevos dorados comenzaron a acumularse y la familia empezó a venderlos en el mercado del pueblo.
Con el dinero que ganaban, pudieron mejorar su casa, comprar más animales para la granja y hasta ayudar a otros vecinos necesitados. Sin embargo, Martín empezó a obsesionarse cada vez más con la idea de volverse aún más rico.
Quería tener todo lo mejor: ropa nueva, juguetes caros y viajar por el mundo. Dejó de lado sus estudios y sus responsabilidades en la granja para perseguir su sueño de riqueza sin límites.
Un día, al llegar al gallinero, Martín se llevó una terrible sorpresa: la gallina dorada ya no ponía huevos de oro. Entró en pánico y buscó desesperadamente alguna solución para recuperar su fuente de riqueza. "¡No puede ser! ¡¿Qué vamos a hacer ahora? !" -exclamaba Martín angustiado.
Su mamá se acercó calmadamente y le dijo:"Martín, debemos aprender que la verdadera riqueza está en saber valorar lo que tenemos y ser felices con ello. La codicia nos ciega y nos impide ver lo realmente importante.
"Martín reflexionó sobre las palabras de su mamá y finalmente entendió su error. Agradecido por todas las bendiciones que habían recibido gracias a la gallina dorada, decidió volver a enfocarse en sus estudios, ayudar en la granja y disfrutar cada momento junto a su familia.
Aunque ya no tenían los huevos de oro, seguían siendo una familia unida y feliz. Y así comprendieron que la verdadera riqueza no radica en lo material sino en el amor, la solidaridad y la gratitud hacia los demás.
Desde ese día, Martín enseñaba a todos los niños del pueblo sobre el valor del trabajo duro, la honestidad y el aprecio por las pequeñas cosas que hacen grande nuestra vida.
Y aunque nunca volvieron a encontrar otra gallina como aquella, sabían que ya eran verdaderamente ricos gracias al tesoro más valioso: su amor mutuo.
FIN.