El Tesoro del Corazón



Había una vez una niña llamada Sofía que vivía con su mamá, Clara, en un pequeño departamento lleno de libros y risas. Sofía era una niña curiosa y cariñosa, pero también tenía un gran miedo: temía perder a su mamá, como había perdido a su papá cuando se separaron. A veces, este miedo la hacía actuar de manera extraña, y eso la metía en problemas en el colegio y en casa.

Un día, mientras Sofía jugaba en el patio de la escuela, una maestra, la señora Ana, se acercó a ella.

"Sofía, ¿quieres contarme qué te preocupa?" - le preguntó la señora Ana con una sonrisa amable.

"Es que mi mamá trabaja mucho y a veces creo que se podría ir también, como papá. No quiero que eso pase" - respondió Sofía con los ojos llenos de lágrimas.

La señora Ana la miró con comprensión.

"Es natural tener miedo, Sofía. Pero hay algo que podemos hacer. Vamos a crear un tesoro del corazón, un lugar donde guardemos todos los momentos felices con tu mamá. Así cuando te sientas inquieta, podrás recordarlos y sentirte más tranquila" - sugirió la maestra.

Sofía pensó que era una idea genial y al día siguiente se puso manos a la obra. Llenó una cajita de madera con fotos, dibujos y cartas que había hecho para su mamá. Cada día, después de la escuela, Sofía agregaba nuevos recuerdos: un dibujo de su cena favorita, la foto de su paseo al parque, o una nota que decía 'Te quiero, mamá'.

Con cada recuerdo que añadía, Sofía notaba cómo su corazón se llenaba un poco más de amor y valentía. Sin embargo, a veces, aún se sentía inquieta y eso le llevaba a actuar mal, discutir con sus compañeritos o no hacer caso en casa.

Un fin de semana, Sofía decidió que iba a mostrarle a su mamá su tesoro. Pero esa mañana, Clara había tenido un día agotador en el trabajo y no podía jugar en ese momento.

"Mamá, ¡mirá lo que hice!" - exclamó Sofía, intentando llamar su atención.

"Ahora no, Sofía, tengo que terminar unos informes" - respondió Clara un poco distraída.

Sofía sintió que su corazón se partía un poco y, en su desilusión, decidió cerrar su tesoro. Esa noche, mientras cenaban, Sofía se mostró tensa.

"¡No quiero que trabajes tanto, mamá!" - dijo Sofía de repente, haciendo que Clara dejara su tenedor.

"Sofía, entiendo que esto es difícil para vos, pero necesito trabajar para que podamos vivir bien" - explicó Clara, mirando a su hija con amor.

Sofía sintió que se le acumulaban las emociones en el pecho. Pero decidió hablar de su tesoro.

"Hice una caja con nuestros momentos felices. Pero si no estás aquí, no puedo agregar más" - explicó llorando.

Clara, al escuchar esto, se sintió muy conmovida.

"Sofía, voy a tratar de organizar mejor mi tiempo. Pero esos momentos felices siempre estarán contigo, porque forman parte de nuestro corazón, estén donde estén. Siempre vamos a estar juntas en ese sentido".

Esa noche, Clara se quedó con Sofía un rato más y juntas revisaron el tesoro del corazón. Se reían y lloraban mientras recordaban cada momento que habían compartido. Clara prometió que dedicaría más tiempo a Sofía y que a partir de esa semana, tendrían una noche de juegos cada viernes.

Pasaron los días y, aunque no podían cambiar todo de inmediato, cada vez que Sofía se sentía insegura, sacaba su tesoro y recordaba esos momentos felices. Comenzó a sentirse más tranquila y a comportarse mejor.

De a poco, Sofía comprendió que su amor por su mamá era tan fuerte que podía hacer frente a sus miedos. Y que aunque a veces Clara tuviera que trabajar, su corazón siempre estaría con ella.

Un día, Sofía vio una niña en el parque que parecía triste. Se acercó a ella y le dijo:

"¿Te gustaría jugar conmigo? A veces, puede ser difícil estar sola. Yo también me sentía así, pero ahora tengo un tesoro que me ayuda".

La niña miró a Sofía curiosa.

"¿Un tesoro?" - preguntó.

Sofía sonrió y le contó de su tesoro del corazón. Así, no solo ayudó a la niña, sino que también fortaleció su propio valor y enseñó que los momentos compartidos son la verdadera riqueza de la vida. En ese instante, Sofía se dio cuenta de que el amor no se pierde, sino que se multiplica en cada corazón que tocamos.

Y a partir de entonces, Sofía supo que, aunque la vida tuviera sus desafíos, siempre podría construir puentes de amor, recordando que cada recuerdo compartido es un hilo de conexión eterno entre las personas que amamos.

FIN.

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