El Tesoro del Corazón de Agostina



Había una vez una niña llamada Agostina que estaba a punto de vivir una gran aventura: su primer día de jardín.

Estaba un poco nerviosa, pero su mamá la acompañó y le dio un beso antes de entrar al salón. Al llegar, Agostina se encontró con muchos niños jugando y riendo. Se acercó tímidamente a la señorita Ana, su maestra, y le dijo en voz baja:- Hola, soy Agostina.

La señorita Ana sonrió y le dijo:- ¡Hola, Agostina! Bienvenida al jardín. ¿Quieres venir a conocer a tus nuevos amigos? Agostina asintió con la cabeza y se acercó al grupo de niños.

Pronto comenzaron a jugar juntos y Agostina se sintió cada vez más cómoda en su nuevo entorno. Durante el día, la señorita Ana les propuso hacer un dibujo sobre lo que más les gustaba hacer en casa.

Todos los niños empezaron a colorear y dibujar con entusiasmo, pero Agostina se quedó pensativa en su lugar.

La señorita Ana se acercó a ella y le preguntó:- ¿Qué te pasa, Agostina? ¿No quieres dibujar? Agostina miró a su maestra con ojitos tristes y respondió:- Es que en mi casa no tengo muchos juguetes para dibujar como ustedes. La señorita Ana entendió cómo se sentía Agostina y decidió ayudarla. Le dio hojas de papel extra, colores brillantes y stickers para decorar su dibujo.

Agostina no podía creerlo; nunca había tenido tantas cosas bonitas para crear algo especial. Con una sonrisa radiante, Agostina comenzó a dibujar una casa con flores en el jardín y muchas mariposas volando alrededor. La señorita Ana observaba orgullosa cómo Agostina expresaba sus sentimientos en el papel.

Al finalizar la actividad, todos los niños mostraron sus dibujos y contaron qué representaban.

Cuando llegó el turno de Agostina, levantó tímidamente su mano e hizo una breve pausa antes de hablar:- Mi dibujo representa mi hogar donde siempre hay amor y alegría, aunque no tengamos muchos juguetes. Los demás niños escucharon atentamente las palabras de Agostina mientras admiraban su hermoso dibujo lleno de colorido y creatividad.

Ese día, Agostina descubrió que no necesitaba tener muchas cosas materiales para ser feliz; lo importante era valorar los momentos especiales junto a quienes más quería. Desde entonces, compartió con sus compañeros historias sobre sus aventuras en casa e incluso logró vencer su timidez poco a poco.

Así fue como Agostina aprendió que la verdadera riqueza está en el corazón y que siempre hay formas creativas de expresarse sin importar las circunstancias.

Y así siguió disfrutando cada día en el jardín junto a sus nuevos amigos, siendo ella misma sin miedo a mostrar quién realmente era.

FIN.

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