El tesoro del dragón y la piedra brillante
Había una vez en un tranquilo pueblo de la campiña argentina, un burrito llamado Pancho. Pancho era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse.
Un día, mientras paseaba por el campo, encontró una piedra brillante y redonda que llamó su atención. Pancho se acercó a la piedra y comenzó a empujarla con su hocico. La piedra rodaba por el suelo y Pancho corría detrás de ella, riendo a carcajadas.
"-¡Mira qué divertido es esto! ¡Parece que la piedra tiene vida propia!", exclamaba emocionado. La piedra rodaba cada vez más rápido y Pancho tenía que esforzarse para seguirla.
De repente, la piedra dio un salto y cayó en un agujero profundo en el suelo. Pancho se asomó al agujero y vio que la piedra había caído en una cueva subterránea. "-¡Oh no! ¿Qué hago ahora? No puedo dejar sola a la piedra", pensó preocupado Pancho.
Sin dudarlo, decidió entrar en la cueva para rescatar a su nueva amiga. La cueva era oscura y misteriosa, pero Pancho avanzaba valientemente siguiendo el brillo de la piedra. De repente, escuchó unos ruidos extraños que venían de más adelante.
Al acercarse, descubrió que eran unos ratoncitos atrapados entre unas rocas. "-¿Nos puedes ayudar, burrito?", preguntaron los ratoncitos asustados. Pancho no lo pensó dos veces y con todas sus fuerzas movió las rocas para liberar a los ratoncitos.
Estos le estaban muy agradecidos y le contaron sobre un tesoro escondido en lo más profundo de la cueva. Intrigado por esta información, Pancho decidió seguir adelante acompañado por los ratoncitos.
Después de superar varios obstáculos juntos, llegaron a una sala llena de oro y joyas brillantes. "-¡Wow! ¡Esto es increíble!", exclamó Pancho maravillado. Justo en ese momento, escucharon un rugido amenazador proveniente de las sombras. Era un feroz dragón que custodiaba el tesoro.
Los ratoncitos temblaban de miedo, pero Pancho se mantuvo firme frente al dragón y con astucia le propuso jugar una partida al juego favorito del burro: empujar la piedra brillante hasta la salida de la cueva sin despertar al dragón.
El dragón aceptó el desafío divertido propuesto por Pancho e incluso les dio pistas para superar los obstáculos restantes en el camino hacia afuera.
Después de muchas risas y aventuras emocionantes junto al dragón convertido en amigo gracias al juego propuesto por Pancho; finalmente lograron salir victoriosos con el tesoro dorado brillando bajo sus patas. Desde ese día, todos admiraban a Pancho como un héroe valiente e inteligente capaz no solo de jugar con una simple piedra sino también conquistar desafíos mayores con astucia e ingenio.
Y así fue como aquel humilde burrito demostró que nunca hay límites cuando se trata de diversión e imaginación.
FIN.