El tesoro del gigante generoso
Había una vez un duende llamado Tito que vivía en el bosque encantado. Tito era un duende muy amigable y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
Un día, mientras exploraba el bosque, escuchó un ruido muy fuerte proveniente de lo más profundo del bosque. Intrigado, Tito siguió el sonido hasta llegar a un hermoso palacio. Allí se encontraba el gigante Ezequiel, quien era conocido por ser muy egoísta y no compartir con nadie sus tesoros.
Tito decidió acercarse al gigante para intentar hacerlo cambiar de actitud. Con valentía, se dirigió hacia él y le dijo: "-Hola Ezequiel, soy Tito el duende. He venido aquí para pedirte que compartas tus tesoros con los demás".
El gigante miró al pequeño duende con desprecio y respondió: "-¿Compartir? Yo nunca he compartido nada en mi vida y no voy a empezar ahora".
Tito no se dio por vencido y continuó intentando convencer al gigante de lo importante que era compartir con los demás. Le contó historias sobre cómo la generosidad podía hacer feliz a las personas y crear lazos de amistad.
Al principio, Ezequiel no parecía interesado en lo que Tito le decía, pero poco a poco comenzó a reflexionar sobre sus acciones egoístas. Recordó momentos en su infancia cuando también había sido generoso y cómo eso le había hecho sentir bien consigo mismo.
Finalmente, Ezequiel decidió darle una oportunidad al duende y comenzó a compartir sus tesoros con los demás habitantes del bosque encantado. Pronto, el palacio se llenó de risas y alegría. Tito y Ezequiel se convirtieron en grandes amigos y juntos organizaron eventos para ayudar a los necesitados.
El gigante aprendió que la verdadera riqueza no estaba en acumular cosas materiales, sino en ser generoso con los demás. Con el tiempo, la fama de Ezequiel como gigante generoso se extendió por todo el bosque encantado.
Otros gigantes comenzaron a seguir su ejemplo y también empezaron a compartir con los demás. La historia de Tito y Ezequiel se convirtió en una inspiración para todos, recordándoles que la generosidad es una virtud muy valiosa.
Desde ese día, el palacio del gigante egoísta se transformó en un lugar lleno de amor y amistad gracias al poder del compartir.
Y así, Tito y Ezequiel vivieron felices compartiendo sus tesoros con todos aquellos que lo necesitaban, demostrando que incluso los corazones más egoístas pueden cambiar cuando se les muestra el camino correcto. Fin.
FIN.