El tesoro del jardín mágico
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Verde, dos hermanitos llamados Martina y Tomás.
Eran tan chiquitos que les daba miedo quedarse solos en el jardín de su casa, especialmente cuando caía la noche y los ruidos se volvían más extraños. Una tarde de verano, mientras jugaban con sus juguetes en el living, escucharon a su mamá decirles: "Chicos, voy a salir un ratito al mercado. No tarden afuera, ¿eh?".
Los ojos de Martina se llenaron de lágrimas al pensar en tener que estar solos afuera. Tomás trató de consolarla diciéndole: "No te preocupes, Marti. Inventemos algo para no tener miedo".
Los dos hermanitos salieron al jardín y se sentaron bajo un árbol grande. Martina miró a su alrededor y vio unas linternas viejas que tenían guardadas en un cajón.
Tuvo una idea brillante: "- ¡Tomás, hagamos una búsqueda del tesoro por todo el jardín! Así nos distraemos y no tenemos miedo". Tomás sonrió emocionado ante la propuesta de su hermana y aceptó encantado.
Martina tomó papel y lápiz y dibujó un mapa del jardín con pistas escondidas en distintos lugares como la casita del árbol, el arenero y debajo de la hamaca. Con las linternas en mano, los niños comenzaron la búsqueda siguiendo las pistas del mapa.
Descubrieron tesoros escondidos como piedras pintadas por ellos mismos, caracoles brillantes y hasta una llave antigua que encontraron enterrada cerca del rosal. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del fondo del jardín. Ambos se miraron asustados pero recordaron su valentía recién descubierta gracias al juego. Decidieron ir juntos a investigar lo que estaba causando aquel ruido misterioso.
Al llegar al lugar indicado en el mapa con la última pista, encontraron a su gato Fluffy atrapado entre unas ramas espesas detrás del cobertizo de herramientas. El pobre gatito maullaba asustado intentando liberarse.
Martina exclamó emocionada: "- ¡Tomás! ¡Hemos encontrado otro tesoro! Nuestro querido Fluffy está aquí". Juntos lograron rescatar al gato sin lastimarlo y lo abrazaron con alegría.
Cuando su mamá regresó a casa y vio a los niños riendo junto a Fluffy bajo el árbol iluminados por las linternas, les preguntó curiosa qué habían estado haciendo durante su ausencia. Martina le contó todo sobre la búsqueda del tesoro que habían realizado para vencer sus miedos de estar solos afuera.
Su mamá los abrazó orgullosa por haber sido tan valientes e ingeniosos.
Desde ese día en adelante, Martina y Tomás ya no tuvieron miedo de quedarse solos en el jardín porque aprendieron que podían enfrentar cualquier temor si estaban juntos y usaban su imaginación para crear aventuras extraordinarias.
FIN.