El Tesoro del Lago Dorado


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, árboles frondosos y animales curiosos, un grupo de amigos muy unidos que asistían a la escuela del lugar.

Entre ellos se destacaban Martina, una niña valiente y aventurera, Lucas, un chico inteligente y observador, y Sofía, una niña creativa y amante de la naturaleza. Una mañana soleada, los amigos llegaron emocionados a la escuela.

La profesora les anunció que realizarían una actividad muy especial: una observación en el misterioso Lago Amarillo. Todos los niños estaban ansiosos por descubrir qué secretos guardaba ese lugar. - ¡Vamos a descubrir cosas increíbles en el Lago Amarillo! -dijo la profesora con entusiasmo.

Los niños se prepararon rápidamente y partieron hacia el lago. Al llegar, quedaron maravillados por su belleza: sus aguas reflejaban tonos dorados bajo la luz del sol y parecían brillar como si estuvieran llenas de magia. - ¡Es hermoso! -exclamó Martina emocionada.

La profesora les explicó que debían observar detenidamente el lago y escribir en sus cuadernos todo lo que veían, escuchaban o sentían. Los niños se dispersaron para explorar por separado.

Lucas se acercó al borde del lago y notó algo extraño: unas burbujas salían a la superficie formando figuras caprichosas. Se agachó para ver más de cerca y descubrió que eran pequeños peces dorados que jugueteaban entre las plantas acuáticas. - ¡Chicos, vengan a ver esto! ¡Son peces dorados! -llamó Lucas emocionado.

Sofía estaba dibujando las flores silvestres cerca del lago cuando escuchó un canto melodioso. Siguiendo el sonido, encontró a un ruiseñor posado en una rama cantando con alegría.

- ¡Qué bello canto tienes! -le dijo Sofía al ave mientras anotaba sus impresiones en su cuaderno. Martina caminaba por la orilla del lago cuando vio algo brillar entre las piedras. Al acercarse descubrió un collar de cuentas doradas atrapado entre las rocas.

Lo recogió con cuidado y sintió una energía especial emanando de él. Al regresar con la profesora, cada niño compartió sus hallazgos con entusiasmo. La profesora les explicó que el Lago Amarillo era conocido por conceder deseos a aquellos que lo visitaban con bondad en sus corazones.

- Así que cada uno de ustedes ha encontrado algo valioso hoy: peces dorados que representan la abundancia, el canto del ruiseñor que simboliza la alegría y este collar mágico que les recuerda lo especial que son -les dijo la maestra con cariño.

Los niños comprendieron entonces que las cosas más extraordinarias pueden encontrarse en los lugares más inesperados cuando se mira con atención y aprecio por lo bello e inusual.

Con esa lección en sus corazones, regresaron a casa sabiendo que siempre habría nuevas aventuras esperándolos si mantenían viva su curiosidad y amor por el mundo que los rodeaba. Y así fue como aquella jornada junto al Lago Amarillo se convirtió en una experiencia inolvidable para Martina, Lucas y Sofía.

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