El tesoro del mar



Había una vez un niño llamado Francesco que vivía en la hermosa provincia de Mendoza, Argentina. Aunque Mendoza no tenía playa, a Francesco le encantaba el mar y soñaba con poder visitarla algún día.

Desde muy pequeño, Francesco había visto fotos y videos de playas paradisíacas en la televisión y siempre se imaginaba jugando en la arena y nadando en las olas. Le fascinaban los peces tropicales y las almejas marinas que veía en los libros ilustrados.

Un día, mientras paseaba por el parque cerca de su casa, Francesco encontró una botella tirada en el suelo. Curioso como era, decidió reagarrarla y ver si había algo dentro.

Para su sorpresa, había un mensaje enrollado dentro de la botella. Francesco abrió rápidamente el mensaje y leyó: "Querido amiguito aventurero, si estás leyendo esto es porque has encontrado mi botella perdida. Soy Poseidón, el dios del mar.

Si quieres cumplir tu deseo de ir a la playa, ven al faro al atardecer". Francesco no podía creer lo que estaba leyendo.

¡El mismísimo dios del mar le estaba invitando a conocer la playa! Emocionado por esta oportunidad única, esperó ansiosamente hasta que llegara el atardecer para dirigirse al faro. Cuando finalmente llegó al faro, vio una figura misteriosa esperándolo allí. Era Poseidón mismo con su tridente brillante y su larga barba blanca. "Hola Francesco", dijo Poseidón con voz profunda pero amigable.

"He oído hablar de tu amor por el mar y he decidido concederte un deseo especial. Te llevaré a la playa más hermosa del mundo, pero primero debes pasar una prueba". Francesco asintió emocionado y dispuesto a superar cualquier desafío.

Poseidón le explicó que tenía que encontrar tres tesoros ocultos en diferentes lugares de Mendoza antes de poder ir a la playa. El primer tesoro era una piedra mágica que se encontraba en lo alto de las montañas.

Francesco subió valientemente, escalando rocas y cruzando ríos hasta llegar al lugar indicado. Allí, encontró una hermosa piedra azul brillante que emitía destellos mágicos. El segundo tesoro era un cactus dorado escondido en el desierto.

Francesco caminó bajo el ardiente sol, con sed y cansancio, pero nunca se rindió. Finalmente, encontró el cactus dorado resplandeciente entre las dunas. El último tesoro era una gota de agua pura y cristalina que se encontraba en medio de los viñedos.

Francesco buscó incansablemente hasta encontrar un pequeño arroyo donde pudo recolectar la gota sagrada. Con los tres tesoros en su poder, Francesco regresó al faro donde Poseidón estaba esperándolo con una sonrisa orgullosa. "Has demostrado ser valiente y perseverante", dijo Poseidón.

"Ahora te llevaré a la playa más hermosa del mundo". En un abrir y cerrar de ojos, Francesco se encontraba frente a una playa paradisíaca con aguas cristalinas y arena blanca como la nieve.

Las olas acariciaban sus pies y los peces tropicales nadaban a su alrededor. Francesco estaba extasiado de felicidad. Jugó en la arena, construyó castillos y nadó con los peces durante horas.

Finalmente, cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, Francesco se despidió de Poseidón y regresó a casa con una sonrisa en su rostro. Desde aquel día, Francesco nunca dejó de soñar con el mar y la playa.

Aprendió que con valentía, perseverancia y un poco de magia, cualquier sueño puede hacerse realidad. Y aunque Mendoza no tuviera playa, siempre llevaría consigo el recuerdo mágico de aquel día especial junto al dios del mar.

FIN.

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