El tesoro del monstruo amigo
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, dos amigos llamados Juan y Martín. Estos dos chicos eran inseparables y siempre estaban buscando aventuras juntos.
Un día, mientras exploraban el bosque cerca de sus casas, se encontraron con algo sorprendente: ¡un monstruo amigable! El monstruo era enorme y animal, pero tenía ojos tiernos y una sonrisa gigante en su rostro.
A diferencia de los monstruos que veían en las películas, este no parecía asustador en absoluto. - ¡Wow! ¿Has visto eso? -exclamó Juan emocionado. - Sí, es increíble. Pero parece inofensivo -respondió Martín con cautela. Decidieron acercarse al monstruo lentamente para no asustarlo.
Para su sorpresa, el monstruo les dio la bienvenida con entusiasmo y comenzó a hablarles. - ¡Hola chicos! Me llamo Monchi y soy un monstruo amigable. No quiero hacerles daño, solo quiero ser su amigo -dijo Monchi con una voz suave y amigable.
Juan y Martín se miraron entre ellos sin saber qué hacer. Nunca habían conocido a un monstruo antes, pero decidieron darle una oportunidad a Monchi. - Bueno Monchi, si realmente eres amigable como dices, nos gustaría ser tus amigos también -dijo Juan tímidamente.
Monchi saltó de alegría y abrazó a los dos amigos tan fuerte que casi los derriba al suelo. Desde ese día, Juan, Martín y Monchi se convirtieron en los mejores amigos.
Juntos, exploraron el bosque, construyeron cabañas en los árboles y jugaron a las escondidas durante horas. Un día, mientras exploraban una cueva misteriosa en la montaña, descubrieron algo sorprendente: un tesoro brillante. - ¡Increíble! ¡Hemos encontrado un tesoro! -exclamó Martín emocionado.
Pero antes de que pudieran agarrar el tesoro, escucharon un ruido proveniente del fondo de la cueva. Era un sonido siniestro y amenazador. - ¿Qué es eso? -preguntó Juan asustado. De repente, apareció otro monstruo mucho más grande y feroz que Monchi.
Parecía estar protegiendo el tesoro y no parecía amigable en absoluto. Monchi se interpuso entre sus amigos y el monstruo malvado para protegerlos. - ¡No les hagas daño! Ellos son mis amigos -dijo Monchi valientemente.
Para sorpresa de todos, el monstruo malvado bajó su mirada hacia Monchi y sus ojos se llenaron de tristeza. Después de unos momentos de tensión, extendió su enorme garra y señaló hacia el tesoro. Resulta que solo quería compartirlo con ellos.
Juan, Martín y Monchi se dieron cuenta de que las apariencias pueden engañar. A veces, incluso los monstruos más temibles pueden ser amables si les das una oportunidad. Juntos disfrutaron del tesoro como los mejores amigos que eran.
Desde ese día en adelante, Juan y Martín aprendieron a no juzgar a las personas o criaturas por su apariencia. Aprendieron que la amistad verdadera y la valentía pueden superar cualquier miedo o prejuicio.
Y así, con Monchi a su lado, los tres amigos continuaron explorando el mundo y viviendo aventuras increíbles juntos, siempre recordando que la amistad no tiene límites ni formas definidas.
FIN.