El tesoro del océano
Betty era una niña tranquila y amante del mar. Le encantaba pasear por la playa, escuchar el sonido de las olas y sentir la brisa en su rostro.
Un día nublado, decidió dar un paseo por la costa para disfrutar de la tranquilidad que solo el mar le podía ofrecer. Mientras caminaba sintiendo la arena bajo sus pies, vio a lo lejos a un chico que también parecía estar disfrutando del paisaje marítimo.
Se acercó tímidamente y saludó:- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? El chico sonrió y respondió:- Hola, soy Nicolás. ¿Y tú? - Soy Betty. ¿Qué haces aquí en este día nublado? -preguntó curiosa.
Nicolás explicó que le gustaba venir a la playa incluso cuando no hacía sol, ya que encontraba paz en el sonido de las olas y en el olor a salitre. Betty asintió emocionada al encontrar a alguien que compartiera su amor por el mar.
A partir de ese momento, Betty y Nicolás se convirtieron en grandes amigos. Pasaban horas juntos construyendo castillos de arena, buscando almejas o simplemente contemplando el horizonte. Un día, mientras exploraban una zona rocosa cerca del faro, Nicolás tropezó y cayó al agua.
Betty se asustó pero rápidamente reaccionó extendiéndole un palo para ayudarlo a salir. - ¡Gracias, Betty! Estoy bien -dijo Nicolás mientras salía mojado pero ileso del agua. Desde ese incidente, su amistad se fortaleció aún más.
Aprendieron juntos sobre los peligros del mar y cómo actuar con precaución en todo momento. Con el tiempo, llegaron los días soleados donde podían nadar y jugar sin preocupaciones.
Betty y Nicolás descubrieron juntos la importancia de cuidar el medio ambiente reagarrando basura de la playa y respetando a los animales marinos. Así transcurrieron muchos días felices llenos de aventuras en la playa para Betty y Nicolás. Su amistad era como las olas del mar: fuerte e inquebrantable.
Y colorín colorado, esta historia entre dos amigos ha terminado pero seguirá viva en sus corazones como un tesoro encontrado en la orilla del mar.
FIN.