El tesoro del orden



Había una vez una niña llamada Mía, a quien le encantaba jugar con sus juguetes. Tenía tantos que su habitación parecía un verdadero caos. Muñecas, peluches, bloques de construcción y carritos estaban esparcidos por todas partes.

Un día, mientras buscaba uno de sus juguetes favoritos entre el desorden, Mía se tropezó y cayó al suelo. Enojada y frustrada, decidió que era hora de hacer un cambio.

Quería ser más ordenada con sus juguetes para evitar accidentes como ese. Mía comenzó a ordenar su habitación sin mucha motivación al principio. Pero luego recordó algo importante: su mamá le había dicho que si lograba mantener todo en orden durante una semana entera, podría ganarse un premio especial.

Animada por la idea del premio, Mía se puso manos a la obra. Comenzó a clasificar sus juguetes por categorías y los colocó en cajas etiquetadas.

Los muñecos fueron a la caja "Muñecas", los carros en la caja —"Carritos"  y así sucesivamente. Cuando terminó de organizar todos los juguetes, Mía quedó sorprendida de lo bonita que lucía ahora su habitación. Podía encontrar fácilmente cualquier cosa que quisiera jugar sin tener que buscar entre el desorden.

Al día siguiente, cuando llegaron las visitas a casa de Mía, todos quedaron impresionados por lo ordenado que estaba todo. Incluso sus amigos podían encontrar rápidamente los juguetes con los que querían jugar.

La semana pasó volando y Mía había logrado mantener su habitación perfectamente ordenada. Estaba emocionada por el premio que le había prometido su mamá. Pero cuando llegó el momento de recibirlo, Mía se sorprendió.

En lugar de un juguete nuevo o un dulce, su mamá le dio una caja pequeña y misteriosa. Mía la abrió con curiosidad y dentro encontró una medalla dorada con las palabras "¡Felicidades por ser tan ordenada!" grabadas en ella. Mía se sintió orgullosa al recibir esa medalla.

Se dio cuenta de que no necesitaba un premio material para sentirse feliz y satisfecha consigo misma. Haber aprendido a ser más ordenada era un logro mucho mayor.

A partir de ese día, Mía siguió manteniendo su habitación ordenada y descubrió que también podía aplicar ese hábito en otras áreas de su vida. Empezó a organizar sus tareas escolares, sus libros y hasta ayudaba a sus padres a mantener la casa en orden.

Mía se convirtió en un ejemplo para todos los niños de su vecindario, quienes comenzaron a imitarla en su esfuerzo por ser más organizados.

Y así, gracias a la determinación y perseverancia de Mía, todos aprendieron la importancia del orden y cómo puede hacer nuestras vidas más fáciles y felices. Y colorín colorado, esta historia ha terminado pero el hábito del orden nunca debe ser olvidado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!