El tesoro del parque



En un hermoso día soleado en el parque de Londres, una niña llamada Sofía jugaba con su perro Max cerca del río Támesis. Sofía era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras nuevas para vivir.

Un día, mientras jugaban juntos, Max empezó a ladrar emocionado y corrió hacia un arbusto cercano. Sofía lo siguió y descubrió algo brillante entre las ramas: ¡una bolsa llena de libras esterlinas! Estaba tan sorprendida que no podía creer su suerte.

"¡Max, mira lo que encontramos! ¡Es dinero!", exclamó Sofía emocionada. Max movió la cola contento y parecía estar tan feliz como ella por el hallazgo inesperado.

Sin embargo, Sofía sabía que debían hacer lo correcto y devolver el dinero a su legítimo dueño. Decidieron llevar la bolsa al Big Ben, donde pensaban que alguien podría estar buscándola desesperadamente. Al llegar al famoso reloj de Londres, se encontraron con un anciano preocupado buscando algo entre la multitud.

Tenía una expresión de angustia en su rostro y parecía haber perdido algo muy valioso. "¿Señor, está buscando esto?", preguntó Sofía mostrándole la bolsa de libras esterlinas.

El anciano se quedó sin palabras por un momento antes de romper en lágrimas de alegría al ver que recuperaba su dinero.

Les explicó que había estado ahorrando durante años para cumplir su sueño de viajar por todo el mundo, pero había perdido la esperanza cuando se dio cuenta de que había extraviado la bolsa. "¡Gracias, gracias infinitas! No sé cómo agradecérselos", dijo el anciano emocionado. Sofía sonrió con ternura y le dijo:"No hay problema, señor. Solo hicimos lo correcto".

El anciano quiso recompensarlos por su honestidad y les regaló unas monedas como agradecimiento. Max saltaba feliz alrededor de ellos mientras disfrutaban del cálido gesto del hombre.

Desde ese día, cada vez que pasaban por el Big Ben recordaban la importancia de ser honestos y ayudar a los demás en momentos difíciles. La historia de cómo devolvieron las libras esterlinas se convirtió en una leyenda en el parque para inspirar a otros a seguir sus buenos ejemplos.

Y así, entre risas y ladridos felices, Sofía, Max y el amable anciano demostraron que incluso las pequeñas acciones pueden marcar una gran diferencia en el mundo.

FIN.

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