El tesoro del parque abandonado



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un grupo de amigos muy curiosos y aventureros: Martina, Lucas, Sofía y Tomás.

Les encantaba explorar los rincones más escondidos del lugar en busca de tesoros y misterios por descubrir. Un martes lluvioso de abril, los cuatro amigos se encontraban aburridos en casa sin poder salir a jugar como solían hacerlo.

El sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas los desanimaba, pero Martina tuvo una brillante idea:- ¡Chicos, ¿qué les parece si aprovechamos este día para investigar algo nuevo en el pueblo? ! -propuso con entusiasmo. Los demás amigos se miraron sorprendidos por la propuesta de Martina, pero luego asintieron emocionados.

Juntos se pusieron sus impermeables y salieron a la calle bajo la lluvia. Caminaron por las calles empapadas hasta llegar a un parque abandonado que siempre les había llamado la atención.

Entre risas y charlas animadas, exploraron cada rincón del parque descubriendo antiguas estructuras cubiertas de musgo y plantas silvestres. De repente, Lucas tropezó con una piedra suelta y cayó al suelo cerca de un viejo árbol retorcido.

Al levantarse notó algo brillante entre las raíces del árbol y llamó a sus amigos para que lo ayudaran a desenterrarlo. Entre todos sacaron del suelo un cofre oxidado con inscripciones antiguas talladas en él.

Con gran emoción lo abrieron y encontraron dentro un mapa dibujado a mano que parecía indicar la ubicación de algún tesoro escondido. - ¡Es increíble! ¡Encontramos un verdadero tesoro escondido en nuestro pueblo! -exclamó Sofía emocionada.

Decidieron seguir el mapa paso a paso bajo la intensa lluvia hasta llegar finalmente a un antiguo molino abandonado en las afueras del pueblo. Allí, entre las ruinas encontraron una caja llena de monedas antiguas y joyas centelleantes. - ¡Lo logramos! ¡Encontramos el tesoro perdido! -gritó Tomás emocionado mientras todos reían felices celebrando su hallazgo.

Ese martes lluvioso de abril se convirtió en uno de los días más memorables para Martina, Lucas, Sofía y Tomás. Aprendieron que incluso en los días grises siempre hay aventuras esperando ser descubiertas si uno está dispuesto a buscarlas con valentía y determinación.

Y así, entre risas bajo la lluvia, sellaron su amistad con el brillo eterno del tesoro encontrado.

FIN.

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