El tesoro del ratón honesto



Había una vez en un bosque muy lejano, un ratoncito llamado René. René era un ratón muy astuto y travieso que vivía en un agujero debajo de un viejo roble.

Pero lo que más le gustaba hacer a René era robar queso de la ciudad vecina y guardarlo en su escondite secreto. Una noche, mientras todos los habitantes de la ciudad dormían, René se deslizó sigilosamente por las calles empedradas hasta llegar a la despensa del mercado.

Allí encontró el queso más delicioso y grande que jamás había visto. Sin pensarlo dos veces, lo tomó entre sus patitas y corrió de regreso al bosque.

Al llegar a su escondite secreto, una cueva oculta detrás de una cascada, René guardó el queso con mucho cuidado junto a sus otras provisiones. Estaba tan emocionado por su nuevo tesoro que apenas pudo conciliar el sueño esa noche.

Al día siguiente, cuando se despertó con el sol brillando entre las ramas del roble, decidió invitar a sus amigos ratones a compartir su hallazgo. "¡Amigos! ¡He traído el queso más grande y delicioso que han visto mis ojos! Vengan a mi cueva para disfrutarlo juntos", les dijo entusiasmado.

Los amigos de René llegaron emocionados y admiraron el enorme trozo de queso con alegría. Todos comenzaron a comer felices, pero pronto notaron algo extraño: el queso tenía un sabor amargo y desagradable. Algunos incluso sintieron malestar estomacal.

Confundidos y decepcionados, los amigos miraron a René en busca de explicaciones. Él les confesó avergonzado: "Lo siento mucho amigos míos, este queso no es realmente mío... Lo robé de la ciudad sin pensar en las consecuencias".

Sus amigos quedaron sorprendidos por esta revelación. Uno de ellos, Lucas, sugirió una idea: buscar al dueño original del queso para devolvérselo y disculparse por lo ocurrido. René aceptó la propuesta con humildad y juntos emprendieron camino hacia la ciudad.

Después de preguntar aquí y allá, lograron encontrar al dueño del queso en una pequeña tienda del mercado. "Perdónenos señor por haber tomado su preciado queso sin permiso", se disculpó René con sinceridad ante el asombrado comerciante.

El hombre escuchó atentamente la historia e inesperadamente sonrió. "No puedo creer que un ratón haya tenido tanta valentía para admitir su error y rectificarlo como tú lo has hecho hoy", expresó con gratitud.

Para sorpresa de todos, el comerciante les ofreció al grupo una generosa recompensa como muestra de aprecio por la honestidad demostrada por René y sus amigos ese día. Desde entonces, René aprendió una importante lección sobre la importancia de ser honesto y respetar las posesiones de los demás.

Y aunque ya no robaba más quesos ni nada que no fuera suyo; continuaba siendo conocido como "René: El Ratón Honesto". Y así vivieron felices compartiendo aventuras bajo el viejo roble en aquel bosque tan lejano.

FIN.

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