El tesoro del silencio


Había una vez un silencio llamado Silvestre que vivía en el pentagrama musical. Silvestre siempre se sentía diferente de las demás notas musicales y anhelaba encontrar su propia música para poder encajar con sus compañeras.

Un día, decidió emprender un viaje por el pentagrama en busca de su sonido único. Recorrió todas las líneas y espacios, conociendo a cada una de las notas musicales. Primero se encontró con Do, la nota más estable y sólida.

"Hola, Silvestre", dijo Do amablemente. "Soy la base de muchas melodías hermosas". Silvestre escuchó atentamente cómo sonaba Do y pensó que si podía ser como ella, tal vez podría encontrar su propio lugar en la música.

Así que cambió su forma para parecerse a Do y continuó su camino. Luego, se encontró con Re, una nota vibrante y llena de energía. "¡Saludos, Silvestre!", exclamó Re emocionada. "Yo le doy vida a muchas canciones alegres".

Silvestre quedó maravillado por la vitalidad de Re e intentó imitarla cambiando nuevamente su forma para parecerse más a ella. Así fue pasando por todas las notas: Mi, Fa, Sol...

Y aunque cada una tenía algo especial que ofrecerle al mundo musical, Silvestre seguía sintiéndose incompleto. A pesar de sus esfuerzos por cambiar constantemente para adaptarse a los demás sonidos, no lograba encontrar su propia esencia.

Un día mientras paseaba cerca del final del pentagrama, se encontró con Si, una nota dulce y melódica. "Hola, Silvestre", susurró Si suavemente. "No necesitas parecerte a los demás para ser importante en la música. Tu silencio es el lienzo sobre el cual se construyen las melodías". Silvestre quedó perplejo al escuchar esto.

Nunca había considerado que su silencio también era valioso. Comenzó a reflexionar sobre cómo podía agregar belleza y profundidad a las composiciones musicales simplemente siendo él mismo.

Decidió regresar al principio del pentagrama y reunirse con sus compañeras notas musicales. Esta vez, en lugar de tratar de imitarlas, compartió con ellas cómo había descubierto la importancia de su propio silencio en la música. "Chicas, he aprendido algo muy importante", les dijo emocionado Silvestre.

"Cada una de ustedes tiene un sonido único y especial, pero mi silencio también es valioso y necesario para completar la armonía musical". Las otras notas no lo entendieron al principio, pero poco a poco fueron dándose cuenta de la verdad en sus palabras.

Apreciaron el papel que desempeñaba Silvestre en cada composición musical: permitiendo momentos de descanso entre las notas, creando tensión antes de un gran clímax y añadiendo profundidad a las melodías.

Desde ese día, Silvestre encontró su lugar dentro del pentagrama musical como el valorado silencio que complementaba a todas las notas. Y juntos, crearon melodías hermosas e inspiradoras que llenaban los corazones de todos aquellos que las escuchaban.

La historia de Silvestre enseña a los niños la importancia de aceptarse y valorarse a sí mismos, así como a los demás. Cada uno tiene su propio talento y contribución única en el mundo, y es importante reconocerlo y celebrarlo.

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