El tesoro del tiempo compartido



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Elena. Era muy inteligente y curiosa, le encantaba aprender cosas nuevas y descubrir el mundo que la rodeaba.

Vivía con su mamá, Valeria, quien trabajaba duro para darle lo mejor a su hija, y su abuelita Marta, quien siempre estaba ahí para cuidarla y consentirla.

Elena adoraba a su mamá, pero cada vez que llegaba el momento de irse al trabajo, la niña se ponía triste y hacía berrinches. Lloraba desconsoladamente porque extrañaba mucho a Valeria durante el día.

A pesar de los esfuerzos de su mamá por explicarle que debía ir a trabajar para poder tener todo lo que necesitaban, Elena no podía evitar sentirse triste por su ausencia. Una mañana, mientras Valeria se preparaba para salir a trabajar, Elena comenzó a llorar y hacer pucheros.

Su mamá se acercó a ella con ternura y le dijo: "Elenita, sé que te entristece cuando me tengo que ir, pero recuerda que siempre regreso por ti al final del día. Además, mientras estás en la escuela aprendes muchas cosas nuevas y conoces amigos".

"Pero mamá, te extraño tanto cuando no estás aquí", respondió Elena entre sollozos. Valeria le secó las lágrimas con cariño y le dijo: "Lo sé mi amor, yo también te extraño mucho cuando no estamos juntas.

Pero cada día que pasa me esfuerzo más para poder pasar tiempo contigo y darte lo mejor. Además, tu abuelita está aquí para acompañarte mientras yo trabajo". Elena reflexionó sobre las palabras de su mamá e intentó animarse pensando en todas las cosas divertidas que podría contarle cuando volviera del trabajo.

Se despidieron con un abrazo lleno de amor y Valeria salió rumbo a su empleo.

Durante el día en la escuela, Elena recordó las palabras de su mamá e intentó disfrutar al máximo aprendiendo nuevas lecciones y jugando con sus amigos. Su maestra notó el cambio en ella y la elogió por ser tan valiente y positiva. Al llegar la tarde, Valeria regresó del trabajo ansiosa por ver a su hija.

Cuando entró por la puerta de casa encontró a Elena correteando felizmente por el jardín junto a Marta. "¡Mamá! ¡Mamá!", gritó emocionada Elena corriendo hacia ella.

Valeria abrazó fuertemente a su hija mientras sentía una profunda alegría en su corazón al verla tan radiante y feliz. Esa noche cenaron juntas como familia mientras compartían anécdotas del día. "Gracias por esperarme siempre mamá", dijo Elena mirando tiernamente a Valeria. "Siempre estaré aquí para ti mi amor", respondió Valeria con una sonrisa llena de amor.

Desde ese día en adelante, aunque seguían extrañándose cuando tenían que separarse durante el día debido al trabajo o la escuela; tanto Elena como Valeria recordaban el valor del tiempo juntas y cómo cada momento compartido era especial.

Y así continuaron viviendo felices en su hogar lleno de amor donde cada obstáculo era superado gracias al cariño inquebrantable que se tenían mutuamente.

FIN.

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