El tesoro dulce de Mateo
Había una vez un niño llamado Mateo, a quien le encantaban las golosinas. Cada semana, su mamá le daba un pequeño dinero para que pudiera comprar alguna golosina en la tienda del barrio.
Mateo siempre esperaba con ansias ese momento, ya que le encantaba probar diferentes sabores y colores de caramelos. Una tarde soleada, Mateo salió rumbo a la tienda con su monedero en mano.
Al llegar, se encontró con una sorpresa: el dueño de la tienda acababa de recibir un nuevo envío de golosinas de todo tipo. Había chupetines de frutilla, caramelos ácidos, gomitas de colores y chocolates rellenos. Mateo no podía creer tanta variedad y colorido frente a él.
Estaba tan emocionado que no sabía por dónde empezar. Se acercó al mostrador y saludó al amable dueño de la tienda. "¡Hola Mateo! ¿Qué te gustaría probar hoy?", preguntó el dueño con una sonrisa.
"¡Wow! ¡Hay tantas opciones! No sé por cuál decidirme", respondió Mateo emocionado. El dueño de la tienda notó la indecisión del niño y decidió ayudarlo. "¿Por qué no pruebas uno diferente cada día durante toda la semana? Así podrás disfrutar de todos los sabores", sugirió el dueño amablemente.
Los ojos de Mateo se iluminaron ante esa brillante idea. Asintió emocionado y comenzó a elegir sus primeras golosinas: un chupetín de frutilla para ese día.
Durante toda esa semana, Mateo probó una golosina diferente cada día siguiendo el consejo del dueño de la tienda. Descubrió nuevos sabores que lo sorprendieron gratamente y compartió algunas dulces anécdotas con sus amigos en el colegio.
Sin embargo, llegó el último día de la semana y el dinero que le quedaba no alcanzaba para comprar más golosinas. Mateo se sintió triste al pensar que ya no podría seguir probando nuevas delicias dulces. Al ver su carita desanimada, el dueño de la tienda tuvo una idea brillante.
"¡Espera un momento! Tengo algo especial para ti", exclamó mientras buscaba algo detrás del mostrador. Mateo observaba curioso hasta que finalmente el dueño sacó una caja decorada llena de pequeños caramelitos variados y se los tendió con una gran sonrisa.
"Estos son para vos como regalo por ser un cliente tan especial", dijo el dueño generoso. Los ojos de Mateo brillaron aún más ante este gesto inesperado y llenaron su corazón de alegría.
Agradecido, tomó los caramelitos e hizo una promesa:"¡Muchas gracias! Prometo compartir estos caramelitos con mis amigos y cuidaré mucho mi dinero para poder volver pronto a comprar más golosinas".
Con una enorme sonrisa en su rostro, Mateo se despidió del amable dueño y regresó a casa feliz cargando consigo su tesoro dulce y aprendizaje valioso sobre administración financiera gracias a esta experiencia inolvidable en la tienda local donde compraba sus adoradas golosinas.
FIN.