El Tesoro Encantado de la Abuelita Lola



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una granja cerca de un espeso bosque. Tomás siempre soñaba con aventuras y tesoros encantados. Una mañana, mientras el canto de los gallos resonaba en el aire, decidió que ese sería el día en que descubriría algo increíble.

Tomás se armó de valor y se adentró en el bosque. A medida que caminaba, escuchó un rugido aterrador. "¿Qué fue eso?"- murmuró. Decidido a no dejarse amedrentar, siguió adelante hasta que llegó a una casa pequeña y acogedora, que supo inmediatamente que pertenecía a su abuelita Lola.

"¡Abuelita!" - gritó Tomás al llegar. La abuelita Lola, con su sonrisa cálida, lo recibió con un abrazo.

"¿Qué te trae por aquí, querido?" - le preguntó con curiosidad.

Tomás le explicó su búsqueda de tesoros y su encuentro con la bestia salvaje. La abuelita, que siempre había compartido con él cuentos de terror, le dijo: "No debes temer, hijo mío. A veces, las cosas que parecen horribles son solo el comienzo de algo asombroso."

Intrigado, Tomás decidió que debía enfrentar a la bestia salvaje. Su abuela le aseguró que podría usar la inteligencia y la amabilidad como sus mejores armas. Ella le contó sobre un gigante que vivía en la montaña, que había sido el guardián de un tesoro encantado.

"Si encuentras al gigante, tal vez puedas convencerlo de que te muestre el tesoro" - sugirió la abuelita. Esto encendió la chispa de la aventura en el corazón de Tomás y se despidió de Lola, prometiendo regresar pronto.

Tomás continuó su camino y, después de mucho andar, encontró la cueva del gigante. De repente, una sombra enorme se proyectó sobre él. "¿Quién se atreve a perturbar mi sueño?" - tronó la voz del gigante.

Tomás, temblando, levantó la vista y respondió: "Soy Tomás, un niño que busca un tesoro. No vengo a pelear, sino a conocer su historia."

El gigante se sorprendió y decidió escuchar al niño. Así, Tomás le contó sobre su abuelo y la abuelita Lola. "Ella dice que lo que parece monstruoso a veces es solo un malentendido" - explicó el pequeño.

El gigante sonrió, aliviado. "Siempre soñé con alguien que no me juzgara. ¿Te gustaría ver el tesoro?" - ofreció el gigante, guiando a Tomás a una habitación oculta en la cueva. Allí, brillaban piedras preciosas y monedas doradas como nunca había visto.

Sin embargo, Tomás no se sintió atraído solo por el oro, sino por el aire de amistad que comenzaba a surgir entre ellos. "Gente como vos no debería estar sola. Podrías visitar a mi abuelita. Ella adora contar historias y estaría encantada de tenerte!" - propuso.

El gigante, tocado por la amabilidad del niño, aceptó la invitación y juntos, se dirigieron a la granja. Al llegar, la abuelita Lola se sorprendió al ver a Tomás acompañado de una criatura tan imponente.

"¿Y quién sería este joven gigante?" - preguntó, sonriendo.

Tomás explicó todo sobre su encuentro. "No es una bestia salvaje, abuela. Es un amigo gigante que necesitaba compañía."

La abuelita Lola ofreció su té especial y pronto los tres compartieron risas, relatos de aventuras y sueños. "A veces, lo que más tememos se convierte en lo que más necesitamos" - reflexionó la abuela, mientras todos asentían en complicidad.

Desde entonces, el gigante se convirtió en parte de la familia. Juntos vivieron aventuras, exploraron cuentos de terror en la fogata y el gigante siempre guardó un tesoro especial: la amistad que habían construido.

Y así, Tomás aprendió que no todas las bestias son malas, que los sueños se hacen realidad, y que el mejor tesoro de todos es la amistad, encontrada en lugares inesperados.

FIN.

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