El Tesoro Escondido



En la localidad de Puente Aranda, Villa del Rosario, Bogotá, vivía un grupo de niños muy curiosos. Entre ellos estaban Sofía, un espíritu libre con una gran imaginación, y su amigo Tomás, un apasionado de la naturaleza. Vivían en un vecindario donde, casi todos los días, las familias luchaban para conseguir el agua que necesitaban.

Un día, mientras jugaban en un parque, escucharon a un anciano hablar con los adultos del barrio.

"¡El agua se está acabando!", decía el anciano. "Cada vez es más difícil encontrarla y debemos hacer algo."

Sofía, intrigada, se acercó al grupo.

"¿Por qué no podemos encontrar más agua?"

El anciano, que se llamaba Don Julián, miró a los niños y sonrió.

"Es un problema mayor, querida. La contaminación y el mal uso hacen que el agua dulce sea cada vez más escasa. Necesitamos un plan."

Tomás, emocionado por la idea de una aventura, dijo:

"¿Y si buscamos un tesoro? ¡Un tesoro de agua!"

Sofía, incluyéndolo en su imaginación, añadió:

"Sí, un tesoro escondido en el parque, que solo nosotros podamos encontrar. ¡Vamos a buscar pistas!"

Los niños comenzaron su búsqueda, preguntando a los vecinos. Uno de los habitantes, doña Elena, compartió una historia.

"Recuerdo que hace años había un arroyo que pasaba por aquí. El agua era tan clara como el cielo. Pero hemos contaminado nuestras calles y nunca cuidamos de ese arroyo. ¡Tengan cuidado con lo que no reciclan!"

Sofía y Tomás anotaron la información en su cuaderno.

"¿Y si hacemos algo para limpiar el arroyo?" sugirió Tomás.

"¡Sí!", respondió Sofía, "Podemos invitar a todos a limpiar y cuidar el agua. ¡Un tesoro que debemos proteger!"

Al día siguiente, convocaron a sus amigos y vecinos al parque. Con carteles hechos a mano, explicaron su misión.

"Hoy, no solo buscaremos agua, ¡la recuperaremos!"

Así, todos se pusieron a trabajar. Recolectaron basura, habrían plantado árboles y aprendieron a cuidar cada gota. Con el corazón lleno de esperanza, compartieron sus ideas de cómo ahorrar agua en casa.

Con cada acción, el parque comenzó a rejuvenecer. Mientras limpiaban, Tomás encontró un pequeño charco donde brotaba agua clara.

"¡Miren, un tesoro!"

Los niños miraron asombrados.

"Don Julián, ¡aquí está el tesoro!"

El anciano se acercó, y con sonrisa de orgullo les dijo:

"Este es el verdadero tesoro, el agua que todavía nos queda. Si todos cuidamos el ambiente, siempre habrá un poco de agua para nosotros."

Esa tarde, celebraron con limonada hecha con agua pura, y contaron historias. El tesoro había sido encontrado, no solo en el charco, sino en la unión de la comunidad por una causa noble.

Los niños aprendieron que eran parte de un cambio, que cada pequeña acción contaba. Así, se comprometieron a cuidar el agua y a educar a otros para que también lo hicieran.

"Desde hoy, le haremos un mapa de tesoros de agua en nuestro barrio. ¡Viva el agua!" gritó Sofía mientras todos aplaudían.

Y así, transformaron la adversidad en una hermosa aventura, y el agua del parque comenzó a fluir como un canto que une a todos los corazones.

Y cada vez que un niño veía una gota de agua, recordaba que era un tesoro por cuidar, un regalo del cielo hecho para todos.

FIN.

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