Él tesoro escondido de Campeche
Era un fresco día de octubre en la colorida ciudad de Campeche. Las calles estaban adornadas con calabazas, luces y un aire de misterio, ya que se acercaba la noche de Halloween. Los niños, emocionados, empezaron a planear sus travesuras y disfraces para salir a jugar. Sin embargo, una leyenda antigua comenzó a circular entre ellos, despertando la curiosidad de todos.
La leyenda hablaba de un tesoro escondido, protegido por un antiguo espíritu llamado "El guardián de los secretos". Se decía que el tesoro solo podía ser encontrado por aquellos que jugaban con el corazón y la amistad. Para obtener pistas de su ubicación, los niños debían resolver una serie de acertijos y desafíos.
Un grupo de amigos: Sofía, Martín, Pedro y Lucía, decidieron embarcarse en esta emocionante aventura. Con sus disfraces listos, se encontraron en la Plaza Principal.
"Escuché que el primer acertijo se encuentra cerca del faro", dijo Sofía, con sus ojos brillando de emoción.
"¡Perfecto! Vamos allí", respondió Martín, mientras todos se dirigían juntos al faro.
Una vez allí, encontraron una nota adjunta a la puerta del faro. Decía: "Si quieres comenzar tu búsqueda, cuenta las estrellas en la noche sin perder ni una, y hallarás el camino que no lleva a la fortuna."
"¿Qué significa eso?" preguntó Pedro, rascándose la cabeza.
"Tal vez se refiere al juguete que siempre llevan los niños para jugar al cielo estrellado!" dijo Lucía, recordando el juego tradicional que solían jugar en esa época. "¡Tenemos que crear una constelación con nuestras linternas!".
Así hicieron. Con linternas parpadeantes, los amigos empezaron a dibujar figuras en el aire, riendo y jugando mientras contaban las luces que veían en el cielo.
Después de un rato, una estrella brillante comenzó a descender. Los niños la siguieron hasta una arboleda cercana donde encontraron otro mensaje: "Donde el viento susurra y el río canta, el siguiente paso espera, bajo las ramas que encantan".
"¡Vamos al río! No muy lejos de aquí" gritó Martín, impulsado por la emoción de la búsqueda.
Al llegar al río, notaron que el agua resplandecía con un aire mágico. En sus márgenes encontraron una serie de ramas que formaban un pequeño arco. Bajo el arco había otro papel que decía: "Para encontrar el tesoro, no olvides jugar, con juegos de antaño que nunca han de faltar".
"¿Qué juegos jugábamos antes?" preguntó Lucía.
"¿El escondite?" sugirió Pedro.
Pensaron durante un rato y finalmente Sofía recordó: "¡La rayuela! Vamos a jugarla. Tal vez ahí encontremos una pista".
Así que dibujaron un tablero de rayuela en la tierra. Con risas, saltaron y jugaron, y mientras lanzaban la piedra, una brisa sopló, tirando unas hojas que tenían algo escrito. Era el último acertijo: "Donde la leyenda y la risa se unen, ahí hallarás tu tesoro, entre los recuerdos y la amistad".
"Eso debe ser nuestro parque de juegos, donde siempre venimos!" exclamó Martín.
Los niños corrieron hacia el parque, donde habían creado muchos de sus recuerdos. Al llegar, encontraron un árbol antiguo que parecía el más sabio de todos. Sofía tuvo una idea brillante.
"¡Vamos a buscar entre los lugares donde hemos escondido nuestros secretos!".
Comenzaron a escarbar entre la tierra y los arbustos, hasta que, al abrir un pequeño arbusto, encontraron una caja de madera decorada con dibujos de estrellas y leyendas.
"¡Es el tesoro!" gritaron todos al unísono.
Cuando abrieron la caja, en vez de oro o joyas, hallaron varias notas. Cada nota contenía un recado sobre la importancia de la amistad, de compartir, de jugar y de mantener vivas las tradiciones de Campeche.
"Esto es mucho más valioso que cualquier tesoro", dijo Pedro felizmente.
Desde ese día, los niños decidieron seguir jugando y compartiendo sus leyendas mientras tomaban conciencia de la importancia de las tradiciones y la amistad. Así, mensualmente se reunían para celebrar su “días de la campechanidad”, mezclando juegos tradicionales y cuentos, manteniendo viva la magia del tesoro más grande de todos: la amistad.
Fin.
FIN.