El Tesoro Escondido de Sofía
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Ratonia, un ratoncito muy especial llamado Ratoncito Pérez. Ratoncito Pérez era conocido por ser el más valiente y astuto de todos los ratones del pueblo.
Siempre ayudaba a sus amigos y vecinos en todo lo que podía. Un día, mientras Ratoncito Pérez paseaba por las calles de Ratonia, escuchó llantos provenientes de una casa.
Se acercó sigilosamente y vio a la pequeña Sofía, una niña triste porque se le había caído su diente de leche y no sabía qué hacer. "¿Qué te pasa, Sofía?" -preguntó Ratoncito Pérez con amabilidad. Sofía levantó la mirada sorprendida al ver al famoso Ratoncito Pérez frente a ella.
"¡Oh! ¡Eres Ratoncito Pérez! Mi mamá me dijo que si se me cae un diente de leche debo ponerlo debajo de la almohada para que lo cambies por una moneda, pero tengo miedo. " -respondió Sofía entre sollozos.
Ratoncito Pérez sonrió dulcemente y le explicó a Sofía cómo funcionaba ese intercambio tan especial entre los niños y él. La niña se calmó al instante y decidió dejar su dientecito debajo de la almohada esa noche antes de irse a dormir.
Esa misma noche, cuando todos en la casa estaban profundamente dormidos, Ratoncito Pérez llegó silenciosamente hasta el cuarto de Sofía. Con cuidado tomó el diente que ella había dejado bajo la almohada y dejó en su lugar una brillante moneda.
A la mañana siguiente, cuando Sofía despertó y descubrió la moneda bajo su almohada, no podía contener su emoción. Corrió hacia su mamá para contarle lo ocurrido y mostrarle su tesoro conseguido gracias a Ratoncito Pérez.
Desde ese día, Sofía siempre recordaría con cariño aquella visita nocturna del bondadoso ratoncito. Y así fue como Ratoncito Pérez continuó ayudando a los niños del pueblo cada vez que perdían un diente de leche.
Pero lo más importante es que gracias a ese gesto tan especial e inesperado, Sofía aprendió una importante lección: nunca hay que tener miedo a lo desconocido o diferente, ya que detrás puede haber algo maravilloso esperándonos.
Y es así como tanto los niños como los adultos aprendieron a valorar las pequeñas cosas que nos hacen felices en la vida.
FIN.