El tesoro mágico de Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Mateo era muy curioso y siempre estaba buscando aventuras en cada rincón del lugar donde vivía.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una vieja caja de madera escondida entre los árboles. Con mucha emoción, abrió la caja y descubrió un mapa antiguo que parecía llevarlo a un tesoro escondido.

Mateo decidió seguir el mapa y se adentró aún más en el bosque. Después de caminar por un largo tiempo, llegó a una cueva oscura. Con valentía y determinación, entró en la cueva sin saber qué encontraría dentro.

Al llegar al final de la cueva, Mateo encontró una puerta misteriosa con inscripciones extrañas. Sin pensarlo dos veces, pronunció las palabras mágicas que estaban escritas en el mapa y la puerta se abrió lentamente.

Al cruzar la puerta, Mateo fue transportado a otro mundo completamente diferente: El Mundo de la Infancia. Este lugar era mágico y lleno de alegría; había juguetes gigantes por todas partes, montañas rusas flotantes y dulces deliciosos que crecían como plantas. Mateo no podía creer lo que veían sus ojos.

Se sentía como si hubiera vuelto a ser un niño otra vez. Corrió emocionado hacia los juegos mecánicos gigantes y comenzó a subirse en ellos sin parar. "¡Esto es increíble!", exclamaba Mateo mientras sonreía de oreja a oreja.

Pero a medida que exploraba más, se dio cuenta de que no todos los niños estaban felices. Había un grupo de niños tristes y desanimados sentados en un rincón del parque.

Mateo se acercó a ellos y les preguntó qué les pasaba. "Estamos atrapados aquí", respondió uno de los niños. "No podemos salir de este mundo y extrañamos a nuestras familias". Mateo sintió compasión por ellos y decidió ayudarlos a encontrar una salida.

Recordando el mapa que lo había llevado allí, empezaron a buscar pistas para encontrar la forma de regresar al mundo real.

Juntos, recorrieron diferentes lugares mágicos del Mundo de la Infancia: un castillo lleno de juguetes encantados, un lago donde los patitos nadaban en chocolate caliente y una montaña cubierta de algodón de azúcar. Finalmente, encontraron una puerta oculta detrás de una cascada brillante. Siguiendo las indicaciones del mapa, pronunciaron las palabras mágicas nuevamente y la puerta se abrió revelando el camino hacia casa.

Uno por uno, los niños fueron cruzando la puerta hasta que solo quedó Mateo. Antes de partir, miró atrás con nostalgia hacia el Mundo de la Infancia pero sabía que su lugar estaba junto a su familia.

Con lágrimas en los ojos pero con esperanza en el corazón, Mateo cruzó la puerta y volvió al bosque donde todo comenzó. Se encontraba rodeado por sus padres quienes lo abrazaron con alegría al verlo sano y salvo.

Desde aquel día, Mateo nunca olvidaría su aventura en el Mundo de la Infancia. Aprendió a valorar su infancia y a disfrutar cada momento junto a su familia y amigos.

Y así, Mateo se convirtió en un niño inspirador para todos los que lo conocieron. Su historia de valentía y amistad nos recuerda que nunca debemos perder nuestra conexión con la infancia, porque es un mundo entero lleno de magia y aprendizajes.

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