El tiburón solitario



En las aguas cristalinas de un arrecife de coral, vivía un tiburón llamado Timo. Era un tiburón de aleta negra, conocido por su gran curiosidad y su deseo de hacer amigos. Sin embargo, Timo era un poco diferente a los demás tiburones: le encantaba explorar.

Un día, mientras surcaba las aguas azules, Timo se encontró con un grupo de peces payaso que jugaban entre las anémonas.

"¡Hola, amigos! ¿Puedo unirme a ustedes?" - preguntó Timo entusiasmado.

Los peces payaso, al ver la gran sombra de Timo, se asustaron y se escondieron rápidamente.

"¡No, gracias! Eres muy grande, podrías comernos!" - dijo uno de ellos con voz temblorosa.

Timo se quedó triste. No entendía por qué todos lo veían solo como un depredador, cuando él solo quería tener amigos. Decidido a demostrar que era diferente, nadó hacia el océano abierto, donde conoció a un delfín llamado Dori.

"Hola, soy Timo, el tiburón," - dijo con una sonrisa.

Dori, sorprendido por el gran tiburón, dudó primero, pero luego respondió.

"Hola Timo, soy Dori. No pareces un tiburón típico. ¿Qué te trae por aquí?"

"Estoy buscando amigos. Quería jugar y explorar a mi alrededor, pero los demás peces huyen de mí," - respondió Timo con tristeza.

"Tal vez puedas probar algo diferente. Te puedo ayudar a ganar su confianza," - sugirió Dori.

Intrigado, Timo aceptó la oferta de Dori y juntos comenzaron a investigar la vida en el arrecife. Dori le mostró cómo dar volteretas en el agua, mientras Timo hacía burbujas grandes, llenando de risas el océano.

Unos días después, Dori llevó a Timo a una búsqueda de tesoros en una cueva submarina llena de algas y corales.

"Mirá allí, hay algo brillante!" - exclamó Dori, señalando un objeto dorado.

Cuando se acercaron, encontraron una vieja campana de barco. Timo, emocionado, exclamó:

"¡Podemos usarla para llamar a los peces!" - y comenzó a tocarla suavemente.

El sonido musical de la campana atrajo a los peces del arrecife, quienes se acercaron, curiosos por saber qué sucedía. Timo, al ver que no se alejaban, se sintió aliviado.

"¡Hola amigos! No quiero hacerles daño, solo quería compartir esta música con ustedes!" - dijo Timo, intentando sonar acogedor.

Al principio, algunos se mostraron escépticos.

"¿De verdad no nos comés?" - preguntó un pez payaso, nervioso.

"Prometo que solo quiero jugar y hacer música!" - aseguró Timo con sinceridad.

Los peces comenzaron a reír y a mover sus aletas al ritmo de la campana. Al ver que todo era un juego, se unieron a la diversión.

Con el tiempo, los peces comprendieron que Timo no era el tiburón feroz que habían imaginado. Se hizo amigo de Dori, de los peces payaso y hasta de los más tímidos del arrecife, como las estrellas de mar. Timo empezó a ser parte de sus juegos y a explorar con ellos nuevos rincones del océano.

Un día, mientras Timo y sus amigos jugaban a las escondidas, una sombra oscura cubrió el arrecife. Era un gran tiburón blanco que venía en busca de comida. Todos comenzaron a entrar en pánico.

"¡Rápido! ¡Es un tiburón grande!" - gritó un pez payaso, tratando de esconderse.

Pero Timo, recordando lo que había aprendido sobre la amistad, decidió actuar.

"Esperen! Quizás puedo hablar con él," - dijo Timo, sorprendiéndose a sí mismo.

Gritó hacia el tiburón blanco:

"¡Hola! No queremos problemas, solo jugamos. Te podemos mostrar lo que estamos haciendo."

El tiburón blanco, sorprendido por la valentía de Timo, respondió:

"¿De verdad no tienen miedo de mí? Nunca pensé que un tiburón podría tener amigos de tanta variedad en el océano."

"Todos necesitamos amigos, hasta los tiburones grandes. ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - preguntó Timbo.

El gran tiburón blanco se quedó pensativo, pero al ver la amabilidad de Timo, se sonrió, y se unió al juego. Pronto, los peces se dieron cuenta de que el tiburón blanco también era amistoso y se creó un ambiente de confianza.

Desde ese día, Timo no solo ganó amigos entre los peces, sino también entre tiburones de diferentes especies. Se organizaban tardes de juegos en el arrecife y todos se reían juntos, disfrutando de su compañía.

Timo sabía que, aunque al principio había sido un tiburón solitario, con un poco de valentía y amabilidad, había podido construir un mundo lleno de amigos. Y así, en las aguas cristalinas del arrecife, el tiburón aventurero nunca volvió a estar solo.

Conclusión: La historia de Timo nos enseña sobre la importancia de la amistad, la valentía y de ser uno mismo. Todos pueden tener amigos, sin importar sus diferencias, y el mundo siempre es más lindo cuando lo compartimos con los demás.

FIN.

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