El Tiempo antes de los Botones



Era un soleado domingo en la ciudad de Buenos Aires. El pequeño Lucas, con su cabello alborotado y su curiosidad inagotable, se sentó atentamente frente a su abuelo, Don Ernesto, que tenía un brillo especial en sus ojos mientras recordaba tiempos pasados.

"¿Te conté alguna vez cómo era la vida antes de que todo se modernizara, Lucas?" - preguntó el abuelo, acomodándose en su sillón favorito.

"No, abuelo. ¡Contame!" - exclamó Lucas, emocionado.

"Bien. Te cuento que cuando yo era chico, allá por el año 2020, la vida era diferente. La tecnología estaba comenzando a crecer, pero no estaba en cada rincón de nuestras vidas. La gente hacía las cosas con sus propias manos. Por ejemplo, las cartas. En lugar de enviar un mensaje de texto, escribíamos a mano y llevábamos las cartas al correo. ¡Era toda una aventura!" - afirmó Don Ernesto, sonriendo al recordar.

"¿Y cómo se enteraban de las noticias, abuelo?" - preguntó Lucas, mientras su mente de seis años trataba de imaginarlo.

"Ah, teníamos periódicos, mi querido. Cada mañana, íbamos a la esquina, comprábamos el diario y leíamos las novedades. Nos reuníamos en la plaza con los vecinos y charlábamos sobre lo que pasaba en el mundo. Era un momento mágico de conexión, ya que todos participábamos. A veces, hasta se hacían discusiones sobre las noticias. ¡Era divertido!" - aseguró con emoción.

Lucas abrió los ojos como platos.

"Mirá qué interesante, abuelo. ¿Y qué pasó cuando la tecnología empezó a crecer?" - preguntó.

"Buena pregunta, Lucas. Al principio, hubo mucha ayuda. La tecnología facilitó muchas tareas. Las computadoras, los teléfonos inteligentes... Todo eso contribuyó a que la gente pudiera hacer más cosas. La vida era bastante ágil, pero..." - dijo, mirando a lo lejos como si viniera un recuerdo nostálgico.

"¿Pero qué, abuelo?" - insistió Lucas, intrigado.

"Pero un día, la gente comenzó a olvidarse de cosas simples. Ya no era común ver a los niños jugando en las calles. En lugar de eso, se pasaban horas mirando pantallas. Aunque era más fácil comunicarse a través de la tecnología, también nos alejaba un poco. A veces, sentir lo virtual era más relevante que disfrutar las cosas simples de la vida. Cuando el año 2060 llegó, muchas actividades que antes hacíamos manualmente empezaron a ser realizadas por robots o inteligencia artificial. Ya no había quien sembrara en los huertos, porque era más rápido y eficiente tener máquinas que lo hicieran. Los trabajos se volvieron escasos para los humanos. Eso fue un gran cambio, Lucas. La gente no sabía si reír o llorar. " - explicó el abuelo con cierto tono melancólico.

Lucas pensó un momento.

"¡Wow! Entonces, ¿nosotros somos más importantes que las máquinas?" - se preguntó en voz alta.

"Exactamente, Lucas. Las máquinas pueden hacer muchas tareas, pero solo los humanos pueden crear conexiones. La risa, el amor, la música, la creatividad, son cosas que no pueden ser reemplazadas. Así que, aunque la tecnología tuvo beneficios, también trajo desafíos. La clave está en encontrar un equilibrio. Sabías que el arte y la música eran cosas que mantenían viva nuestra energía?" - agregó el abuelo con entusiasmo.

Lucas, lleno de inspiración, dijo:

"¡Tengo una idea, abuelo! Vamos a pintar un cuadro juntos. ¡Eso sí que es creativo y especial!"

El abuelo sonrió, "¡Esa es una excelente idea! Pero seguramente el papel y la pintura serán más valiosos que cualquier imagen digital. Esas cosas siempre quedarán en nuestros corazones", concluyó Don Ernesto.

Los dos se trasladaron al taller, donde pasaron la tarde creando una pintura llena de colores y risas, recordando el tiempo que pasaban juntos. Así, mientras los robots realizaban trabajos monótonos en las fábricas y las computadoras controlaban gran parte de la sociedad, Lucas y su abuelo descubrieron que nunca podrían reemplazar el simple acto de crear y compartir momentos únicos.

Y así, a partir de aquel día, Lucas entendió que aunque la tecnología avanzara, siempre habría un lugar especial para la creatividad, la amistad y la conexión humana. La vida es una balanza entre lo antiguo y lo moderno, y como dijo su abuelo: 'Quien sabe apreciar lo simple, siempre encontrará manera de brillar entre los cambios'

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, pero la sabiduría de Don Ernesto y la creatividad de Lucas seguirán vivas en cada nuevo día.

FIN.

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