El Tiempo Perdido de la Familia Gómez
Era un cálido sábado por la mañana cuando los pequeños Juan y Sofía Gómez se despertaron en su casa. La luz del sol entraba por la ventana, pero en lugar de iluminar sonrisas, lo que se veía era una casa en silencio, cada uno sumido en sus pantallas.
"¡Mamá! ¡Papá! ¡Vamos a jugar!" gritó Sofía desde la sala, mientras jugaba en su tablet.
"Un ratito más, hija, estoy trabajando," respondió su mamá, con los ojos pegados a la computadora.
"Yo también tengo que terminar mi proyecto," añadió su papá, sin despegar la vista de su celular.
Los niños se miraron, resignados. Había pasado demasiado tiempo así. Sin conexión. Sin juegos. Sin risas. Ellos anhelaban momentos de felicidad en familia, como cuando jugaban a la escondida o hacían tortas juntos.
Decididos a hacer algo al respecto, Juan y Sofía idearon un plan. Mientras sus padres seguían inmersos en sus trabajos, ellos se prepararon para una pequeña aventura.
"Sofía, ¿y si hacemos un cartel gigante que diga '¡Día Familiar!' y lo colgamos en la puerta para que cuando salgan lo vean y vuelvan a jugar con nosotros?" propuso Juan con emoción.
"¡Sí! ¡Y podemos disfrazarnos de personajes de historia! Así les llamamos la atención. Ellos no pueden resistirse a nosotros y a lo divertido que puede ser", dijo Sofía riendo.
Así, los pequeños amigos de la aventura se vistieron de piratas y superhéroes, elaborando un gran cartel con dibujos de colores vibrantes y letras grandes. Cuando concluyeron su obra maestra, la colgaron en la puerta principal con una soga que habían encontrado en el garaje.
Pasaron los minutos y por fin, sus padres salieron. Al ver el cartel, ambos se detuvieron, sorprendidos.
"¡Mirá eso! ¡Un Día Familiar!" exclamó mamá, dejando su computadora de lado por primera vez en mucho tiempo.
"¿Habrán hecho algo divertido?" se preguntó papá, mirando la energía en los ojos de sus hijos.
Sin esperar una respuesta, Juan y Sofía comenzaron a actuar.
"¡Arrr! ¡Piratas en busca de tesoros!" gritaron al unísono, sacando espadas de plástico de sus cinturones.
La risa contagiosa llenó el ambiente. Los padres sintieron cómo el tiempo parecía detenerse, y poco a poco, se dejaron llevar por la magia del momento.
"Está bien, pequeños piratas, les propongo un trato. Si encontramos el tesoro juntos, podemos tener una tarde llena de diversión", dijo mamá, abandonando su espacio de trabajo. Papá asintió, dejando caer su teléfono en la mesa.
La búsqueda del tesoro comenzó. Juan y Sofía lideraban, mientras que sus padres intentaban seguirles el ritmo. Buscaron bajo los muebles, detrás de los cojines del sillón y hasta en la alacena.
Finalmente, encontraron una caja misteriosa en el patio, llena de juguetes olvidados.
"¡El tesoro! ¡Lo encontramos!" gritaron Juan y Sofía, saltando de alegría.
Después de abrir la caja, la familia se dio cuenta de lo que habían perdido. El amor y la calidez de estar unidos, incluso en los pequeños momentos, superaba cualquier diversión virtual.
"Perdimos mucho tiempo con estas pantallas, ¿no?" reflexionó papá, mirando a su familia.
"Sí, pero podemos recuperarlo. Empecemos a hacer cosas juntos, como jugar y cocinar. No más pantallas durante la semana", agregó mamá.
Desde ese día, la familia Gómez hizo un pacto: cada fin de semana sería un 'Día Familiar', sin distracciones tecnológicas. Jugarían a las escondidas, cocinarían nuevas recetas y crearían recuerdos que durarían para siempre.
Así, aprendieron que aunque la tecnología tiene su lugar, los verdaderos tesoros están en los momentos que comparten juntos, llenos de amor y risas.
Y así, cada vez que Juan y Sofía miraban el cartel de '¡Día Familiar!' en la puerta, sabían que habían ganado algo más valioso que cualquier videojuego: el tiempo de calidad en familia.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.