El Tigre Juan se Defiende
En la vasta selva de Misiones, habitaba un tigre llamado Juan. Era un tigre grande y majestuoso, con su pelaje anaranjado y rayas negras que parecían dibujadas a mano. Sin embargo, a pesar de su imponente apariencia, Juan era un tigre muy tímido. Siempre prefería observar desde las sombras a los demás animales que jugaban alegremente.
Un día, mientras Juan estaba escondido detrás de unos arbustos, vio a un grupo de animales: la simpática tortuga Titi, la ágil ardilla Susi y el divertido loro Lalo.
"¡Vengan a jugar!" - gritó Susi, dando saltitos.
"No, hoy no tengo ganas..." - respondió Juan, sintiéndose inseguro.
Poco a poco, los animales comenzaron a jugar una partida de escondidas. La emoción llenaba el aire mientras reían y buscaban el mejor lugar para esconderse.
Sin embargo, en medio de la diversión, un grupo de patos pasó volando sobre ellos.
"¡Cuidado! ¡El pato Pablito siempre intenta hacernos una broma cruel!" - advirtió Titi, recordando las travesuras del pato que siempre interrumpía a los animales.
Los patos, liderados por el travieso Pablito, comenzaron a hacer ruidos molestos en el aire, tratando de asustar a los demás animales.
"¡Miren, ahí está el tigre! ¡Lo vamos a desafiar!" - gritó Pablito, intentando hacerse el valiente.
Juan sintió un nudo en el estómago. No quería pelear, pero tampoco quería que Pablito siguiera molestando a sus amigos. De repente, recordó una historia que su abuela le contaba sobre cómo defenderse sin ser agresivo.
"Si alguna vez te sientes acorralado, usa tu inteligencia y tu voz, no tus garras" - decía su abuela. Y Juan decidió ponerlo en práctica.
"¡Eh, Pablito!" - gritó Juan con voz firme, saliendo de su escondite. Los patos se detuvieron de repente, sorprendidos al ver al tigre tan decidido.
"¿Qué es lo que querés?" - respondió Pablito, con tono desafiante.
"No tienes que hacer eso. Podemos jugar todos juntos sin hacer daño. No es divertido asustar a otros animales" - dijo Juan, intentando ser valiente.
Los animales que estaban escondidos miraron a Juan con admiración. Nunca lo habían visto salir de su cueva.
"¡Sí! ¡Debemos jugar juntos!" - apoyó Titi, tomando impulsos de valor.
"¡Vamos a tener una gran fiesta!" - dijo Lalo, emocionado, mientras danzaba en el aire.
Pablito, sorprendido por la valentía de Juan y el apoyo de los demás, comenzó a sentir una pequeña punzada de arrepentimiento. Era verdad que había disfrutado haciendo reír a sus amigos, pero no quería ser el malo de la historia.
"Bueno... tal vez podríamos jugar juntos. No me gusta que los demás se sientan mal" - admitió el pato, con una actitud más amable.
"¡Eso es! ¡Imaginemos un gran juego en el que todos podamos ser amigos!" - exclamó Juan, sintiendo cómo el nerviosismo se desvanecía.
Así, Juan, Pablito, Titi, Susi y Lalo organizaron un gran juego de carreras y escondidas, donde todos se turnaban para esconderse y buscar, y todos eran parte de la diversión. Juan se dio cuenta que no solo podía defender a sus amigos, sino que también podía hacer nuevos amigos, ¡incluso con Pablito!
Al final del día, el sol se ocultaba en el horizonte, y todos estaban cansados pero felices.
"Gracias, Juan. Eres un tigre muy especial" - le dijo Titi, dándole un abrazo.
"Sí, sos un gran amigo" - añadió Susi, sonriendo.
"Nunca más me haré el malo. ¡Me gusta mucho más ser parte de todo!" - dijo Pablito, prometiendo cambiar sus formas.
Y así, el Tigre Juan decidió seguir participando, no solo defendiendo a sus amigos, sino también siendo un amigo que inspiraba y compartía buenos momentos. Desde ese día, en la selva, todos aprendieron que el verdadero valor no solo está en ser fuerte, sino también en ser amable y en unir a los demás. Y el tigre Juan nunca volvió a sentirse tímido, porque sabía que tenía un lugar especial entre sus nuevos amigos.
FIN.