El Tigre y el León
Había una vez en la vasta selva de la India un tigre llamado Tito. Tito era fuerte, veloz y tenía un hermoso pelaje anaranjado con rayas negras que brillaban bajo el sol. Sin embargo, había algo que inquietaba a Tito: la fama del león Leo.
Leo era conocido como el rey de la selva. Con su melena dorada y su imponente rugido, todos los animales lo respetaban y admiraban. Tito, por su parte, se sentía invisibilizado entre los aplausos y las alabanzas que recibía Leo.
Un día, mientras Tito daba un paseo por su territorio, vio a Leo rodeado de animales que lo escuchaban contar historias de sus aventuras.
"¿Por qué tiene tanto reconocimiento? Yo también soy fuerte y valiente," pensó Tito, sintiéndose cada vez más celoso.
A medida que pasaron los días, Tito decidió que debía hacer algo para que lo reconocieran. Pensó en un plan.
"Voy a desafiar a Leo a una competencia," se dijo a sí mismo. "Si gano, todos sabrán que yo también soy excepcional."
El siguiente día, Tito se acercó a Leo mientras este dormía bajo un árbol gigante.
"¡Leo!" gritó Tito. "Te reto a una carrera por la selva."
Leo despertó, frunció el ceño y respondió con una sonrisa.
"¿Una carrera? Está bien, Tito, aceptaré tu reto. Pero, ¿por qué tienes que competir conmigo?"
Tito se sintió un poco avergonzado, pero rápidamente se recuperó.
"Porque quiero que me reconozcan como el más veloz de la selva, al igual que a vos."
Leo se rió y le contestó:
"No necesitas competir para ser valioso, Tito. Cada uno tiene su propio talento."
"Pero yo quiero ser el mejor!" insistió Tito con rencor.
Finalmente, acordaron la carrera para el día siguiente. Todos los animales de la selva se reunieron para ver el gran evento: el tigre contra el rey de la selva. La emoción estaba en el aire.
Al inicio de la carrera, Tito salió disparado como una flecha. Se sentía rápido, fuerte y lleno de determinación. Sin embargo, a medida que avanzaba, comenzó a notar que Leo no iba tan rápido, sino que se mantenía a su lado.
"¡Vamos, Leo! ¿No vas a intentar ganarme?" gritó Tito.
"No estoy aquí solo para competir, Tito. Quiero disfrutar del recorrido y la naturaleza," respondió Leo con alegría.
Tito no comprendía. Se pasó pensando que solo necesitaba ganar. A medida que avanzaban, Tito empezó a sentirse cansado y cometió un error: se distrajo admirando las coloridas flores del camino. En ese momento, Leo lo adelantó suavemente.
"¡Espera, Leo!" chilló Tito, dándose cuenta de que estaba quedando atrás.
Sin embargo, en ese preciso instante, Tito se detuvo. Se dio cuenta de que había recorrido un hermoso sendero lleno de mariposas danzantes, ríos cantarines y árboles majestuosos.
"¿Saben qué? ¡Este lugar es increíble!" dijo Tito sorprendido.
Leo se detuvo al escuchar a su amigo.
"Ves, Tito, la carrera no era solo sobre ganar. Se trata de disfrutar cada momento. La selva tiene tanto por ofrecer."
Tito miró a su alrededor y sonrió. Ya no sentía envidia hacia Leo. Se dio cuenta de que la grandeza no se medía en una victoria, sino en la capacidad de apreciar la vida. Se unió a Leo, y juntos continuaron explorando la selva, riendo y jugando.
Finalmente, los animales, que habían esperado ver a un ganador, vieron a dos amigos felices, disfrutando de la selva juntos. Tito descubrió que su amistad con Leo era más valiosa que cualquier trofeo.
Desde entonces, Tito y Leo compartieron aventuras, cada uno aportando sus talentos únicos. Tito aprendió que la verdadera grandeza no consiste en ser el mejor, sino en ser uno mismo y valorar a los demás por lo que son.
Y así, Tito dejó de lado su envidia, convirtiéndose en un querido compañero de Leo y un amigo en la jungla, entendiendo que cada uno tiene su propio lugar en el mundo. Todos eran especialidades únicas, y eso era lo que hacía que la selva fuera un lugar mágico.
FIN.