El Torneo de la Felicidad



Era un hermoso día en el barrio de La Esperanza y el sol brillaba con fuerza. Los niños estaban ansiosos por participar en el torneo de deportes que se celebraría en la plaza. La mamá de Sofía, una de las niñas del grupo, siempre les decía que hacer deporte era una manera divertida de ser felices.

"Mamá, ¡no puedo esperar a que empiece el torneo!" - decía Sofía mientras se ajustaba su gorra de colores.

"Yo tampoco, Sofía. ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros!" - respondía su amigo Lucas, que siempre estaba listo para la competición.

Esa mañana, los niños se reunieron en la plaza: Lucas, Sofía, Mateo, y la pequeña Ana, que siempre llevaba su balón de fútbol bajo el brazo.

"¿Qué deportes vamos a jugar?" - preguntó Mateo, con los ojos brillantes de emoción.

"Fútbol, vóley y una carrera de relevos. ¡Va a ser genial!" - dijo Ana, saltando de alegría.

Mientras tanto, las mamás estaban sentadas en un banco del parque, observando a sus hijos jugar. La mamá de Sofía sonrió y dijo:

"Es hermoso ver a los niños jugar juntos y divertirse. ¿No creen, chicas?"

Las mamás asintieron, pero la mamá de Ana, que siempre era un poco más seria, respondió:

"Espero que compitan sanamente. A veces, algunos niños se obsesionan con ganar y olvidan disfrutar del juego".

Las mamás decidieron organizar una pequeña competencia de equilibrio, justo antes de que comenzara el torneo. Les pidieron a los niños que se alinearan en la línea de partida. Todos estaban listos, pero de repente apareció un grupo de niños nuevos del barrio, que nunca habían participado en algo así.

"¿Pueden unirse a nosotros?" - preguntó Sofía a los nuevos niños.

"Sí, ¡queremos jugar!" - respondieron ellos, con timidez.

"¡Claro que sí!" - exclamó Lucas, emocionado.

Así que los nuevos niños se unieron al grupo y empezaron a practicar juntos. Sin embargo, durante la carrera de relevos, uno de los niños nuevos, Tomás, se cayó y se raspó la rodilla.

"¡Ay! Estoy mal!" - gritó Tomás, mientras las lágrimas se asomaban a sus ojos.

Las mamás se levantaron rápidamente y la mamá de Sofía se acercó.

"Tranquilo, Tomás. A veces, las caídas son parte del juego. Solo debes levantarte y seguir adelante. Te voy a poner un poco de esparadrapo".

Tomás sonrió, sintiéndose mejor.

"Gracias, señora. Voy a seguir jugando", dijo.

El torneo comenzó, y todos los niños se esforzaron, pero se dieron cuenta de que lo más importante no era ganar, sino disfrutar y compartir momentos juntos.

Al final del día, todos se reunieron en el centro de la plaza, sonriendo y riendo, aunque los premios fueron pocos.

"¿Vieron? ¡Fue genial!" - declaró Mateo.

"Sí, incluso perder es divertido cuando estás con amigos" - añadió Ana, mientras todos se reían.

La mamá de Sofía, al ver la alegría en los rostros de los niños y la forma en que se habían ayudado mutuamente, decidió que debían hacer esto más a menudo.

"¿Y si hacemos un torneo mensual, cada primer sábado del mes?" - propuso.

Todos gritaron de alegría y comenzaron a planear los próximos juegos. La sonrisa de Tomás, el niño nuevo, iluminó su rostro.

"Gracias por dejarme participar. Me alegra haber encontrado amigos aquí" - dijo.

Y así, cada primer sábado del mes, el barrio de La Esperanza se llenó de risas y juegos, amistad y, sobre todo, felicidad. Después de todo, cuando los niños juegan juntos, todos ganan.

FIN.

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