El Torneo de Sarita



Sarita era una niña muy activa y siempre estaba en movimiento. Le encantaba jugar con sus amigos en el parque, correr y saltar sin parar. Pero sobre todo, lo que más le gustaba era jugar al fútbol.

Desde pequeña, Sarita había mostrado un gran interés por este deporte.

Siempre se unía a los partidos que jugaban sus amigos en la calle o en el parque, y aunque al principio no sabía muy bien cómo jugar, poco a poco fue aprendiendo las reglas y mejorando su técnica. Un día, Sarita se enteró de que iba a haber un torneo de fútbol infantil en su barrio. Estaba emocionada por participar y demostrar todo lo que había aprendido.

Pero cuando llegó el día del torneo, algo inesperado sucedió... "¿Dónde está Sarita? ¡El partido va a empezar!", preguntó uno de sus compañeros. "No sé... No la he visto llegar", respondió otro.

Justo cuando todos estaban preocupados porque Sarita no aparecía, ella llegó corriendo con lágrimas en los ojos. "¿Qué pasó Sarita? ¿Estás bien?", preguntaron todos preocupados. "Mi mamá me cortó el flequillo mal... Me veo fea... ", sollozó la niña.

Todos se quedaron sorprendidos por la razón detrás de las lágrimas de Sarita. Pero rápidamente comenzaron a animarla:"¡Pero si te ves hermosa! El flequillo no importa para jugar al fútbol".

"Lo importante es cómo juegas dentro de la cancha, no cómo te ves fuera". "¡Vamos Sarita, tú puedes! ¡Demuéstrales lo que vales!". Con estas palabras de aliento, Sarita se sintió mejor y decidió unirse a su equipo para jugar el partido.

A pesar de que al principio estaba un poco nerviosa por su apariencia, pronto se olvidó del flequillo y se concentró en el juego. El partido fue muy reñido y emocionante.

Los dos equipos estaban jugando muy bien y ninguno lograba hacer un gol. Pero cuando faltaban solo unos minutos para terminar el partido, Sarita recibió la pelota cerca del área rival... Ella corrió con todas sus fuerzas hacia la portería contraria, esquivando a los defensores que intentaban detenerla.

Y cuando llegó frente al arco contrario, pateó la pelota con todas sus fuerzas... ¡Gol! El público estalló en aplausos y gritos de felicidad. El equipo de Sarita había ganado gracias a su increíble gol.

Y ella estaba feliz porque había demostrado que lo importante era jugar bien dentro de la cancha, sin importar cómo se veía por fuera. Desde ese día en adelante, Sarita siguió jugando al fútbol con pasión e ilusión.

Ya no le importaba tanto si su flequillo estaba cortado mal o si llevaba peinados raros. Lo único que quería era seguir divirtiéndose junto a sus amigos mientras jugaba su deporte favorito: el fútbol.

FIN.

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