El Toro de la Unión



Había una vez, en las pintorescas orillas del río Alcanadre, dos pequeñas aldeas: Sixena e Irgellet. Ambas pertenecían a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. A pesar de estar separadas por el caudaloso río, las dos aldeas compartían una profunda rivalidad. Los habitantes de Sixena, con sus 180 habitantes, creían que eran superiores a los 250 habitantes de Irgellet, y viceversa. Esta rivalidad había existido durante generaciones, y parecía imposible de superar.

Un día, mientras un pastor vigilaba a su rebaño en las verdes praderas cerca del río, vio algo inusual: un toro blanco, majestuoso y de ojos amables, cruzando el río con determinación. El toro parecía estar buscando algo, y el pastor, intrigado, decidió seguirlo de cerca. El toro llevó al pastor a la orilla del río, donde ambos pueblos podían verse claramente.

El toro entonces se detuvo y miró a los habitantes de ambas aldeas con tristeza en sus ojos. Intrigados por la presencia del toro, la gente de Sixena e Irgellet se acercó al río para ver qué sucedía. Fue entonces cuando el toro habló con una voz suave y melodiosa.

"Queridos habitantes de Sixena e Irgellet, he viajado desde lejanas tierras para advertirles sobre el peligro que enfrentan. Vuestra rivalidad ha debilitado la tierra y divido vuestros corazones. Pero la verdadera fuerza y la felicidad se encuentran en la unión y la colaboración. Solo trabajando juntos podrán superar los desafíos que se avecinan".

El toro les contó sobre un malvado brujo que planeaba inundar el valle y destruir ambas aldeas. Alarmados por estas noticias, los habitantes de Sixena e Irgellet dejaron de lado sus diferencias y empezaron a trabajar juntos para proteger sus hogares. Construyeron un enorme dique para contener las aguas del río y salvar sus tierras.

Con el correr de los días, la cooperación entre los pueblos se hizo más fuerte. Se ayudaron mutuamente, compartiendo recursos y conocimientos. Finalmente, el malvado brujo fue derrotado, y el valle floreció una vez más con la unión de Sixena e Irgellet.

Desde aquel día, los habitantes de ambas aldeas recordaron la lección del toro y mantuvieron viva la llama de la colaboración y la solidaridad. La rivalidad quedó en el olvido y la amistad prevaleció, marcando el comienzo de una era de prosperidad y armonía en el valle del río Alcanadre.

FIN.

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