El Transformador de Sueños del Salón 604



En el pequeño pueblo de Aracataca, había una escuela llena de risas, juegos y, a veces, un poco de desorden. En el salón 604, los chicos, aunque llenos de energía, eran un verdadero desafío. La maestra Ana siempre decía: "Si seguimos así, no vamos a llegar muy lejos". Y es que, a pesar de su gran potencial, los chicos del salón 604 tenían un bajo rendimiento académico y un desorden alarmante.

Era un día como cualquier otro, los niños alborotados charlando y riendo en el recreo. La directora de grupo, Lilibet, entró al salón con un brillo en los ojos y una idea brillante.

"¡Chicos!", exclamó con entusiasmo. "He decidido que si todos ustedes mejoran su comportamiento, ¡organizaré una proyección de películas en el aula!".

"¡Sí! ¡Películas!", gritaron todos al unísono. Tandemmo, el más travieso, levantó la mano.

"¿Y si no nos portamos bien?"

"Entonces no habrá película y tendrán que arreglar eso entre ustedes", respondió Lilibet, sonriendo.

Los chicos se miraron entre sí y acordaron hacer un pacto. El primer paso fue hacer una lista de cosas que debían mejorar. Así, crearon el "Pacto del Salón 604". Desde ese día, cada vez que Lilibet mencionaba la película, un nuevo aire de seriedad se hacía presente.

"Estamos haciendo esto por la película, pero también por nosotros mismos", dijo Valentina, una de las más responsables del grupo. Marito, que siempre andaba perdido en su mundo, asintió.

Poco a poco, los chicos comenzaron a aprender a trabajar en equipo. En vez de pelear por los materiales, se ayudaban unos a otros. La maestra Ana organizó juegos educativos. Cada vez que cumplían con la tarea, podían sumar puntos en el tablero del salón, más cerca de la ansiada proyección.

Una semana pasó, y el cambio era palpable. Pero un día, mientras todos estaban ensayando una pequeña obra de teatro, ocurrió algo inesperado. Tandemmo, el travieso, hizo una broma y provocó un nuevo caos en el salón. Todos empezaron a reírse y olvidaron el pacto. La profesora Ana, preocupada, se acercó a Lilibet.

"¿Estamos a punto de perder todo lo que hemos logrado?", le susurró.

"No podemos rendirnos", respondió Lilibet. "Este es un buen momento para recordarles lo que hemos construido juntos".

Así, Lilibet decidió reunir a todos en una asamblea.

"Muchachos, sé que este día ha sido difícil. Pero hagan lo que hagan, no pierdan de vista el objetivo que tenemos. La película no es solo un premio, es el resultado de su esfuerzo. ¿Lo recuerdan?"

"Sí, Lilibet!", respondieron todos con voces cansadas.

"¿Y quién se quiere perder el momento de ver el premio de su esfuerzo?" continuó ella.

Los chicos comenzaron a reflexionar y, en ese instante, todos se dieron cuenta de lo que habían logrado. Se levantaron con determinación y ofrecieron disculpas. Desde ese día, el salón cambió para bien, y la risa y el trabajo en equipo fueron parte de su rutina. La maestra Ana notó el cambio, y no tardó en preparar un gran festejo para la proyección.

Finalmente, llegó el día tan esperado. La sala se iluminó con imágenes llenas de color, magia y aventuras. Todos se sentaron en el suelo, comiendo pochoclo, disfrutando de la película con sonrisas de satisfacción.

"Lo hicimos, lo hicimos!", gritó Marito, lleno de alegría.

"Esto es sólo el comienzo de algo grande!", exclamó Lilibet desde el proyector.

Después de la película, Tandemmo se levantó.

"Quiero que esta sea sólo la primera de muchas otras pelis. ¡Vamos por más!"

Y así fue como el salón 604 se transformó de un grupo desordenado a un equipo lleno de alegría, trabajo en equipo y, lo más importante, de sueños y metas. Los chicos aprendieron que con esfuerzo, y un poco de apoyo, podían lograr lo que se propusieran. Y la directora, la maestra y los papitos, sonrieron felices al ver a sus chicos crecer.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero el sueño del salón 604, apenas comenzaba.

FIN.

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