El Tren de las Letras



Era marzo, y un tren muy alegre pasaba cada día por la ciudad. Su nombre era el Tren de las Letras y su misión era recoger a todos los niños y niñas para llevarlos al colegio. El tren tenía vagones de colores brillantes y una silueta que sonreía bajo el esplendor del sol.

Cada mañana, a las siete en punto, el tren silbaba con fuerza "¡Pip! Pip! ¡Suban, suban!"- invitando a los pequeños pasajeros a abordarlo. En el primer vagón, había una pizarra que mostraba una letra del día, y todos los niños emocionados la miraban con curiosidad.

Un día, mientras el tren avanzaba por los rieles, un nuevo niño llamado Tomás subió al tren por primera vez. "¡Hola! Soy Tomás. ¿A qué letra vamos hoy?"- preguntó con una sonrisa gigante.

La maestra del tren, la Sra. Letra, respondió con alegría: "¡Hola, Tomás! Hoy aprenderemos la letra 'A', de 'Amigo'!"-

Todos los niños aplaudieron entusiasmados. "¡A de Amigo! ¡Hola, amigos!"- gritaron juntos.

Mientras el tren avanzaba, de pronto, se oyó un ruido extraño. "¿Qué fue eso, Sra. Letra?"- preguntó Sofía, una niña que siempre estaba lista para aprender.

"No lo sé, pero parece que algo se había atorado en las ruedas. Vamos a investigar,"- respondió la Sra. Letra mientras el tren se detuvo.

Los niños miraron por la ventana y vieron una bolsa brillante atrapada entre los rieles. "¡Mire! Es una bolsa de letras",- exclamó Tomás. "Quizás son letras perdidas que necesitamos recuperar para el colegio!"-

Con gran entusiasmo, los niños bajaron del tren, y uno a uno, empezaron a sacar las letras de la bolsa. Poco a poco, formaron palabras y, al final, armaron una frase: "La amistad es lo más importante". La Sra. Letra sonrió. "¡Qué hermoso mensaje! Aprender a leer y escribir siempre nos ayudará a expresar lo que sentimos y pensamos"- dijo mientras los niños regresaban al tren.

Mientras continuaban su viaje, la Sra. Letra decidió que esas letras serían parte de un gran mural en el aula, y cada niño podría aportar algo para decorarlo. "¿Qué les gustaría dibujar?"- preguntó con entusiasmo.

Tomás, lleno de ideas, dijo "Podríamos dibujar una gran A con muchos amigos alrededor!"-

Sofía sugirió "Y una B de libros, porque a mí me encanta leer."- Y los otros niños empezaron a aportar más ideas: una C de colores, una D de diversión... ¡Se armó un gran revuelo!

Finalmente, llegaron al colegio, pero se dieron cuenta de que el mural necesitaba un nombre. Un niño llamado Lucas, que estaba muy callado, levantó la mano y dijo "Podemos llamarlo 'El Mural de los Sueños', porque aquí todos podemos soñar juntos."

La Sra. Letra aplaudió. "¡Eso es genial, Lucas!"- Y así fue como, en lugar de un mural más, crearon un espacio de sueños y amistad que siempre los acompañaría.

Desde ese día, el tren continuó su recorrido, y cada mañana, las consignas eran diferentes: encontrando letras que necesitaban ser rescatadas, armando nuevas palabras y compartiendo sus sueños. Cada viaje era una aventura llena de descubrimientos.

Y así, el Tren de las Letras se convirtió en el mejor amigo de los niños, llevando siempre un cargamento de conocimiento, diversión y, sobre todo, amistad, mostrando que quienes aprenden juntos se convierten en amigos para siempre.

FIN.

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