El Tren de los Sueños
Era un hermoso día en la ciudad de Buenos Aires. Laura, una niña de 3 años con una gran imaginación, miraba por la ventana de su casa. Ella veía el humo de las locomotoras que pasaban por la estación y pensaba: "¿Por qué no puedo viajar a lugares fantásticos en uno de esos trenes?".
Un día, Laura decidió que quería construir su propio tren, y corrió a hablar con sus papás y su hermana, Sofía, que tenía 5 años.
"¡Mamá, papá!" – gritó emocionada – "Quiero hacer un tren mágico que nos lleve a lugares increíbles".
Sus papás sonrieron y se sentaron a su lado.
"Eso suena divertido, Laura. Pero, ¿cómo lo vamos a hacer?" – preguntó su papá.
"¡Con cajas y cosas que no usemos!" – respondió Laura, saltando de alegría.
Sofía, intrigada, se unió a la conversación.
"Y podemos decorarlo con crayones y calcomanías. Será el tren más bonito del mundo".
Los padres de Laura, encantados con la idea, se pusieron manos a la obra. Reunieron cajas grandes, rollos de papel higiénico vacíos, cintas y un montón de colores.
Un rato después, la sala estaba llena de risas y creatividad. Cada uno tenía su propia tarea.
"¡Yo tengo que ponerle nombre al tren!" – exclamó Laura.
"¿Cómo lo vas a llamar?" – preguntó su mamá.
"El Tren de los Sueños".
Sofía interrumpió.
"¿Podemos ir a la Luna?"
"¡Sí! Podemos ir a cualquier lugar que deseemos mientras tengamos nuestra imaginación!" – contestó Laura, con los ojos brillantes.
Mientras jugaban y construían el tren, Laura pensaba en todas las aventuras que podrían vivir.
Luego de un par de horas, el tren ya estaba casi listo.
"¡Miren, mamá! ¡Ya parece un tren de verdad!" – dijo Laura orgullosa.
Pero justo cuando pensaban que todo iba a salir perfecto, su papá se rascó la cabeza, confundido.
"¿Dónde vamos a encontrar una vía para nuestro tren?"
"Podemos hacerla aquí, en el living, usando cinta adhesiva" – sugirió Sofía.
Así que con cuidado, diseñaron una vía improvisada utilizando el suelo del living, la mesa de café y, por supuesto, saliendo por la puerta.
"Y ahora... ¡a viajar!" – anunció Laura mientras se subía, arrastrando a Sofía con ella.
"¡Chuu! ¡Chuu!" – empezaron a cantar, moviendo sus brazos como si fueran las locomotoras del tren.
De repente, el tren se detuvo en medio de un 'túnel'.
"¡Esto es raro!" – dijo Sofía.
"Pensemos que estamos en un lugar misterioso" – propuso Laura.
Mientas estaban paradas en su tren de cartón, fueron invadidas por la imaginación y comenzaron a sentir que estaban en un oscuro bosque lleno de criaturas fantásticas.
"Ahora mismo, deberíamos construir un puente para cruzar este río lleno de dragones" – dijo Sofía.
Laura tomó una manta y la extendió sobre la mesa.
"¡Listo! ¡Nuestro puente!"
Siempre encontrando la manera de seguir adelante, las niñas cruzaron el puente al otro lado del ‘río’ y se adentraron en un nuevo territorio que, según Laura, estaba poblado por hadas y duendes.
La noche llegó y las niñas empezaron a sentir un poco de cansancio.
"Tal vez deberíamos hacer una pausa y merendar" – sugirió su papá, buscando algo en la cocina.
Las hermanas estuvieron de acuerdo, y cuando terminaron, decidieron que sería una buena idea llevar algunos de esos snacks en su próximo viaje.
"¿Qué te parece si vamos a conocer una isla en el medio del océano?" – propuso Sofía, tomando un bol de galletitas.
"¡Sí! Con nuestro tren podemos ir a donde queramos. ¡A la isla de las galletas!"
Pasaron la tarde construyendo su tren, cruzando ríos de dragoncitos, viajando a islas de galletas y llenando su casa de risas y alegría. Al final del día, Laura miró a su familia y dijo:
"Lo mejor de este tren es que viajamos juntos, ¡hacia cualquier lugar que soñamos!"
Y ese día, Laura aprendió que con solo un poco de creatividad, amor y la compañía de su familia, podían hacer que hasta los más grandes sueños se volvieran posibles.
FIN.