El triángulo valiente



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Geometría, donde vivían los triángulos. En este peculiar lugar, los triángulos eran muy felices y siempre se sentían orgullosos de su forma geométrica.

Sin embargo, había algo que les preocupaba: la clasificación según sus ángulos. Los triángulos se dividían en tres categorías: equiláteros, isósceles y escalenos. Cada grupo pensaba que era el mejor y no entendían ni aceptaban a los demás.

Los equiláteros eran triángulos con tres lados iguales y tres ángulos iguales de 60 grados. Ellos se creían superiores a todos por ser perfectamente simétricos. Los isósceles tenían dos lados iguales y dos ángulos iguales.

Aunque no eran tan simétricos como los equiláteros, se consideraban especiales porque tenían una línea de simetría vertical. Por último, estaban los escalenos, quienes no tenían ningún lado ni ángulo igual entre sí.

Muchos pensaban que ellos eran —"raros"  o —"diferentes" , por lo que solían ser excluidos del resto de la comunidad triangular. Un día, llegó al pueblo un nuevo triángulo llamado Tristán. Era un escaleno muy curioso y amante del conocimiento. Desde el primer momento, Tristán sintió la discriminación hacia su forma triangular única.

Decidido a cambiar las cosas, Tristán decidió organizar una gran reunión en la plaza central del pueblo para hablar sobre la importancia de la diversidad y el respeto mutuo entre todos los tipos de triángulos.

Cuando todos los triángulos se reunieron, Tristán tomó la palabra y dijo: "-Amigos triángulos, ¿por qué nos dividimos y discriminamos según nuestros ángulos? Todos somos diferentes y eso es lo que nos hace especiales. Necesitamos aprender a aceptarnos y valorar nuestras diferencias.

"Los equiláteros comenzaron a murmurar entre ellos, pero algo en las palabras de Tristán les hizo reflexionar. Lentamente, empezaron a entender que ser perfectamente simétricos no los hacía superiores. Los isósceles también escuchaban atentamente.

Algunos pensaban que solo ellos eran especiales por su línea de simetría vertical, pero ahora entendían que esa no era la única forma de serlo. Tras el discurso inspirador de Tristán, los triángulos empezaron a interactuar entre sí sin prejuicios ni discriminación.

Los equiláteros jugaron con los escalenos y descubrieron lo divertido que era ser diferentes. Los isósceles compartieron sus conocimientos sobre líneas de simetría con todos. Con el tiempo, Geometría se convirtió en un lugar donde todos los tipos de triángulos vivían en armonía.

Aprendieron a trabajar juntos y aprovechar las fortalezas individuales para construir cosas maravillosas. Tristán se convirtió en un líder respetado por su valentía al desafiar las normas establecidas y promover la igualdad entre los triángulos según sus ángulos.

Y así fue como gracias a Tristán, los triángulos aprendieron una importante lección: no importa si eres equilátero, isósceles o escaleno, lo que realmente importa es aceptar y valorar a los demás tal como son.

FIN.

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