El triunfo de la amistad de Laureano



En una pequeña ciudad, vivía un niño llamado Laureano. Tenía 6 años y le encantaba pasar el tiempo con sus amigos en la escuela. Laureano era muy cariñoso y querido por todos sus compañeros, pero a veces le costaba un poco trabajo entender los juegos que ellos jugaban. La maestra les explicaba que Laureano tenía autismo, lo que significaba que veía el mundo de una manera especial. A pesar de esto, su sonrisa siempre iluminaba el salón de clases.

Un día, durante el recreo, Laureano estaba sentado en un rincón observando a sus amigos jugar a la pelota. Él quería unirse a ellos, pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Sus amigos, al darse cuenta de esto, se acercaron a él.

"¡Laureano, ven a jugar con nosotros!", exclamó Martina, una de las niñas más simpáticas de la clase.

Laureano los miró con curiosidad, sin entender muy bien qué debía hacer.

"Solo debes patear la pelota y tratar de anotar un gol en el arco", explicó Tomás, uno de los amigos más traviesos.

A pesar de no comprender del todo, Laureano se puso de pie y aceptó el desafío. Sus amigos se sorprendieron al verlo moverse con torpeza por el campo, pero en lugar de reírse, lo alentaron y lo guiaron.

Poco a poco, Laureano se sintió más seguro y comenzó a disfrutar el juego. Al final, logró anotar un gol, desatando la alegría de todos. Fue entonces cuando entendió que la verdadera amistad no necesitaba palabras, sino gestos de amor y comprensión.

Desde ese día, Laureano se unía a sus amigos en cada juego, y juntos encontraron nuevas formas de divertirse. Aprendieron que la amistad no conocía barreras y que la verdadera magia estaba en la aceptación y el compañerismo.

A medida que pasaba el tiempo, Laureano se convirtió en el alma de la fiesta, siempre con una sonrisa en el rostro y llenando de amor el corazón de todos sus amigos. Con el tiempo, otros niños del colegio también aprendieron a jugar y a convivir con él, demostrando que el amor y la amistad pueden vencer cualquier obstáculo.

FIN.

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