El triunfo de Licet
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Licet. Desde muy pequeña se destacaba por su inteligencia y su gran capacidad de trabajo.
Licet siempre estaba leyendo libros y buscando aprender cosas nuevas, lo cual llamaba la atención de todos en el pueblo.
Un día, la maestra de Licet le anunció que habría una competencia de matemáticas en la escuela y que el premio sería una beca para estudiar en la mejor universidad del país. Licet se emocionó al escuchar esto y decidió que haría todo lo posible por ganar esa competencia. Durante semanas, Licet se dedicó a estudiar sin parar.
Resolvía problemas matemáticos difíciles, repasaba fórmulas y practicaba ejercicios una y otra vez. A medida que pasaban los días, su esfuerzo daba frutos y se volvía cada vez más segura de sus habilidades. Finalmente, llegó el día de la competencia.
Había muchos niños participando, pero Licet estaba tranquila y concentrada en demostrar todo lo que sabía. La primera ronda consistió en resolver problemas sencillos, los cuales Licet respondió con rapidez y precisión. En la segunda ronda los problemas eran más complicados, pero Licet no se intimidó.
Respiró hondo, pensó con claridad y resolvió cada uno de ellos con maestría. Los jueces estaban impresionados por su desempeño y la miraban con admiración.
Llegó entonces la última ronda, donde solo quedaban dos concursantes: Licet y un niño mayor que ella. El problema final era muy difícil: calcular la raíz cuadrada de un número largo en menos de un minuto. El otro niño titubeó al ver el problema, mientras que Licet mantuvo la calma.
"¡Vamos Licet! ¡Tú puedes hacerlo!" -se animaron los vecinos del pueblo que estaban presentes. Licet respiró profundamente, realizó las operaciones necesarias en su cabeza y dio la respuesta correcta justo a tiempo.
Todos estallaron en aplausos al verla salir victoriosa de ese reto tan complicado. Licet había ganado la competencia de matemáticas y se había ganado la beca para estudiar en la mejor universidad del país.
Todos en Villa Esperanza celebraron su triunfo como si fuera propio, orgullosos de tener a una niña tan brillante entre ellos. Desde ese día, Licet siguió esforzándose al máximo para alcanzar sus sueños y convertirse en una gran profesional.
Siempre recordaría esa experiencia como un ejemplo de cómo el esfuerzo constante puede llevarnos a lograr grandes cosas en la vida.
FIN.