El trofeo de la felicidad


Había una vez una niña llamada Sofía, quien siempre se esforzaba por ser feliz y hacer felices a los demás.

Le encantaba jugar con sus amigos en el parque, ayudar a su mamá en la cocina y leer cuentos antes de dormir. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, encontró un trofeo abandonado en el camino. Era un trofeo de oro con una placa que decía "Campeón del Mundo".

Sofía se emocionó muchísimo al verlo y decidió llevárselo a casa para mostrarlo a sus padres. "¡Mamá! ¡Papá! Miren lo que encontré en el bosque", exclamó Sofía mostrándoles el trofeo. "¿De dónde lo sacaste?", preguntó su mamá sorprendida.

"Lo encontré tirado en el camino. ¿Creen que alguien lo perdió?" respondió Sofía preocupada. Después de buscar durante toda la tarde sin éxito al dueño del trofeo, decidieron guardarlo en un lugar seguro hasta encontrar al verdadero propietario.

A partir de ese momento, Sofía comenzó a obsesionarse con la idea de ganar un trofeo como aquel. Decidió practicar todos los días para convertirse en campeona mundial también. Pasaron los años y Sofía continuaba entrenando cada día más duro e intensamente.

Ganaba competencias locales y regionales, pero nunca lograba llegar al nivel internacional que tanto deseaba. Se sentía frustrada y triste porque no podía alcanzar su sueño.

Un día, mientras estaba entrenando sola en la cancha del colegio donde estudiaba, se encontró con un anciano que estaba observándola. Sofía se acercó a saludarlo y el hombre le preguntó por qué entrenaba tan duro.

"Quiero ser una campeona mundial como el dueño del trofeo que encontré hace años", respondió Sofía apenada. "¿Y eso te hace feliz?", cuestionó el anciano. Sofía reflexionó unos segundos antes de responder: "Supongo que sí, pero también me hace sentir triste porque no lo he logrado todavía".

El hombre sonrió y le dijo: "La felicidad no está en los logros o en los lugares donde llegues, sino en los momentos felices de la vida. Disfruta cada día de tus entrenamientos y de las pequeñas victorias que obtengas. Eso es lo importante".

Sofía entendió entonces que había estado enfocando sus energías en algo material y externo, sin darse cuenta de todo lo bueno que ya tenía a su alrededor.

Decidió cambiar su mentalidad y empezar a disfrutar más del camino hacia sus metas, sin obsesionarse tanto con alcanzarlas. Pasaron algunos meses más y Sofía siguió entrenando con dedicación. Un día recibió una carta invitándola a participar en un torneo internacional muy importante. Se sentía nerviosa pero emocionada al mismo tiempo.

En el torneo tuvo una excelente actuación, ganando todas sus peleas hasta llegar a la final contra una gran competidora del otro lado del mundo. La pelea fue intensa y estuvo muy pareja durante todo el tiempo reglamentario.

Finalmente, Sofía logró un golpe impecable al último segundo del combate, ganando así la medalla de oro y convirtiéndose en campeona mundial. "¡Lo logré! ¡Soy la campeona del mundo!", gritó Sofía emocionada al recibir su premio.

Pero lo más importante para ella no fue el trofeo o la medalla que había ganado, sino los momentos felices que vivió durante todo el camino hacia ese objetivo.

Había aprendido que los logros y los lugares son importantes, pero lo más valioso de la vida son las pequeñas cosas que nos hacen felices todos los días.

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