El Tronco Mágico de Navidad
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Valle Verde. Un grupo de amigos: Sofía, Juan y Lucas, decidieron explorar el bosque que rodeaba su casa. Mientras buscaban aventuras, de repente, se toparon con un tronco peculiar, más grande de lo normal y cubierto de musgo verde.
"Miren esto, parece un tronco mágico" - exclamó Sofía, acariciando la madera.
"Sí, es como si estuviera vivo" - agregó Lucas, entusiasmado.
"¿Qué pasaría si lo cuidamos?" - sugirió Juan, siempre preocupado por proteger la naturaleza. Los demás asintieron emocionados ante la idea.
Desde ese día, los niños visitaron el tronco cada tarde, llevándole agua, flores y contando historias de sus días. Se sentaban a su alrededor, compartiendo risas y sueños, como si el tronco escuchara cada palabra.
Una mañana, mientras llegaban con un ramo de flores frescas, se dieron cuenta de que el tronco había cambiado. ¡Tenía pequeñas luces brillantes!"¡Miren!" - gritó Sofía. "Nunca había visto algo así."
"¿Se estará iluminando porque lo cuidamos?" - se preguntó Juan.
Y así, bajo el influjo de la curiosidad, decidieron hacer una prueba. Trajeron donaciones de juguetes que ya no usaban.
"Si de verdad es mágico, quizás nos devuelva algo" - dijo Lucas, sonriendo mientras dejaba un pequeño tren de juguete junto al tronco.
Esa noche, mientras los niños dormían, el tronco cobró vida. Pequeños destellos de luz brotaron y el tronco comenzó a vibrar suavemente. Empezó a generar pequeños regalos, envueltos con hojas del bosque y cintas de colores. Al amanecer, los niños regresaron.
"No puedo creerlo" - dijo Sofía al ver los regalos. "¡Es realmente mágico!"
Los niños estaban felices, pero había algo más, sentían que lo que habían hecho al cuidar del tronco había sido lo correcto.
"Deberíamos seguir dándole cosas que ya no usamos" - sugirió Juan. "Así ayudamos al tronco y también a quienes lo necesiten."
Decidieron organizar una colecta con todos los niños del pueblo, y cada semana llevaban al tronco juguetes, libros y ropa. A cambio, el tronco les devolvía pequeños regalos, pero lo más maravilloso era que cada vez que hacían una donación, el tronco parecía sonreír con luces aún más brillantes.
Con el tiempo, el tronco se convirtió en un símbolo de amistad y generosidad. Así, los niños aprendieron que dar traía más alegría que recibir. Nancy, la maestra del pueblo, se enteró de la historia. Un día, decidió llevar a todos sus alumnos a conocer al tronco.
"Este tronco no solo nos da regalos, nos está enseñando sobre compartir y cuidar a los demás" - les dijo.
Los niños estaban fascinados. En lugar de dejar juguetes, decidieron crear tarjetas de agradecimiento y dejar mensajes de aliento en la base del tronco.
"¡Qué idea maravillosa, tenemos que seguir!" - comentó Lucas, emocionado.
Las cartas comenzaron a acumularse, y el tronco seguía brillando como nunca. Sin embargo, un día, llegaron al bosque y se encontraron con una gran sorpresa: el tronco había crecido, y a su alrededor habían brotado nuevos árboles.
"¡Miren!" - gritó Sofía. "¡El tronco nos ha traído nuevas amigas y amigos!"
Los otros árboles estaban llenos de luces, y el aire se llenó de un dulce aroma. El tronco, les había enseñado a cuidar y valorar el medio ambiente, además de compartir y ayudar a los demás. Con cada regalo que recibían, también aprendían nuevas lecciones sobre el amor y la amistad.
De tal manera, el bosque se llenó de niños y niñas que querían cuidar del tronco mágico y de la naturaleza. Con el tiempo, Valle Verde se convirtió en un lugar donde la generosidad y el amor por la naturaleza reinaban, todo gracias a un simple tronco que había encendido la chispa del cambio.
Cada Navidad, celebraban juntos en torno al tronco, decorando sus ramas con luces especiales, recordando todo lo aprendido y prometiendo seguir compartiendo y cuidando a todos lo que los rodeaba. Y así, el tronco mágico se convirtió en un símbolo eterno de amistad y de generosidad, transformando no solo un bosque, sino también el corazón de todos sus habitantes.
FIN.