El Turista que Encontró la Felicidad



Había una vez un turista llamado Mateo que siempre soñó con viajar por el mundo. Después de ahorrar durante años, por fin tenía la oportunidad de visitar un hermoso país llamado Arcoíris. Pero al llegar, se dio cuenta de que su sueño se estaba desmoronando.

El clima era gris y llovía constantemente. Además, su maleta se perdió en el aeropuerto. Mateo se sentó en una banca del parque, con una expresión triste en su rostro.

"¿Por qué me pasó esto a mí?", murmuró mientras miraba la lluvia caer.

De repente, una pequeña niña con un paraguas de colores se aproximó a él. Se llamaba Luna.

"¡Hola!" - dijo la niña con una sonrisa radiante. "¿Te gustaría jugar conmigo?"

Mateo miró a su alrededor, sin ganas de entretenerse. Pero la alegría de Luna era contagiosa. Asintió, aunque con un poco de duda.

"¿Jugar bajo la lluvia?" - preguntó Mateo.

"Sí! A veces, la lluvia es divertida. Podemos hacer barcos de papel y dejarlos flotar en los charcos!" - respondió Luna con entusiasmo.

Aunque inicialmente reacio, Mateo se dejó llevar. Juntos, hicieron barcos de papel y los lanzaron a los charcos. La risa de Luna era tan fresca como la brisa que traía la lluvia. Cada vez que un barco se hundía, Luna reía.

"No te preocupes, siempre hay más papel para hacer otros!" - exclamó mientras hacía otro barco.

A medida que jugaban, Mateo comenzó a sentir una chispa dentro de él que no había sentido antes. Con cada rayo de risa de Luna, su tristeza se desvanecía. Ella le mostró que lo que realmente importaba no era el clima, ni la maleta perdida, sino disfrutar el momento y compartirlo.

Mateo decidió dejar atrás su tristeza y adoptar la alegría que lo rodeaba. Después de jugar, sintió una energía renovada.

"¿Tienes algún otro lugar divertido para visitar?" - preguntó Mateo emocionado.

"Sí, tengo una idea! Vamos a la Plaza de los sueños, allí siempre hay algo divertido. ¡Siempre aparecen artistas y hay música!" - respondió Luna.

Caminaron juntos por la ciudad, que ahora le parecía espléndida a Mateo. La lluvia había limpiado el aire, y el sol, aunque tímido, comenzaba a asomarse. Al llegar a la plaza, vieron a varios artistas pintando y tocando música.

"Mira, mira!" - grito Luna mientras señalaba a un pintor que hacía maravillas en su lienzo. "Vamos a pedirle que nos haga un retrato!"

Mateo se sintió un poco nervioso, pero la emoción de Luna lo impulsó. El pintor, un hombre amable y sonriente, los invitó a sentarse.

"Vamos a capturar la alegría de este momento!" - dijo el pintor mientras comenzaba a trabajar en el lienzo.

Mateo observó cómo la magia de la pintura comenzaba a cobrar vida. Mientras tanto, Luna contó historias divertidas sobre su ciudad, y así, Mateo se olvidó de sus preocupaciones.

Cuando el retrato estuvo listo, Mateo quedó maravillado. En él, no solo se veían sus rasgos, sino también una sonrisa brillante que reflejaba la felicidad que sentía en ese instante.

"¡Es hermoso!" - exclamó Mateo. "Gracias, amigo."

Al final del día, el sol salió por completo, iluminando la ciudad de Arcoíris. Mateo, ahora lleno de alegría, miró a Luna.

"Hoy fue un día increíble, gracias por mostrarme lo divertido que puede ser la lluvia. Nunca voy a olvidar esto." - dijo con una gran sonrisa.

"Siempre hay magia en cualquier lugar, solo hay que saber buscarla!" - respondió Luna.

Con el corazón alegre y la mente llena de nuevas experiencias, Mateo supo que, a pesar del mal comienzo, su viaje se había transformado en una de las mejores aventuras de su vida. Agradeció a Luna y prometió volver a visitarla.

Y así, el turista que llegó triste, encontró la felicidad en la amistad y en la diversión de un día lluvioso. Regresó a casa con historias maravillosas y con una lección importante: la felicidad se puede encontrar en los momentos más inesperados, solo hay que abrir el corazón y dejarse llevar.

Desde ese día, siempre llevaba consigo un barco de papel, un símbolo de que, incluso en los días grises, siempre hay una oportunidad para jugar, reír y encontrar la felicidad.

FIN.

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