El Últimasaurio y las Gallinas Valientes
Era un hermoso día en el bosque prehistórico. Las ramas de los árboles crujían suavemente al ritmo del viento, y dos gallinas, Rosita y Carmela, exploraban alegremente el suelo en busca de semillas y gusanos.
"Mirá cómo brilla el sol hoy, Carmela. ¡El día ideal para picotear!" - dijo Rosita mientras picoteaba con entusiasmo.
"Sí, Rosita, pero tampoco hay que olvidar tener cuidado. Este bosque es el hogar de criaturas grandes y peligrosas" - respondió Carmela, siempre más cauta.
De repente, un estruendo tan fuerte como un trueno resonó en el aire. El suelo tembló y varias hojas cayeron de los árboles. Ambas gallinas se miraron, asustadas.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Rosita temblorosa.
"No lo sé, pero parece que viene algo enorme" - dijo Carmela, mirando a su alrededor.
Y justo en ese momento, un colosal tiranosaurio rex emergió de detrás de unos arbustos. Su gran cola agitaba ramas y rocas, mientras que sus ojos brillaban con curiosidad.
"¿Quiénes son esas dos gallinas que picotean tan despreocupadas?" - rugió el tiranosaurio con una voz retumbante.
"¡Ay, no! ¡Es un tiranosaurio!" - chilló Rosita mientras retrocedía.
"¡Cálmate, Rosita! Tal vez no sea tan malo" - intentó tranquilizarla Carmela.
Intrigadas pero temerosas, las gallinas decidieron no huir.
"¿Por qué no venís a conocerlas mejor?" - dijo el tiranosaurio, inclinándose para verlas.
"¿Conocernos? Vos sos enorme y nos podrías comer de un bocado!" - respondió Rosita, con la voz entrecortada.
El tiranosaurio soltó una risa profunda que resonó en el bosque.
"Yo no como gallinas. De hecho, me llamo Últimasaurio y estoy buscando amigos aquí. He escuchado que las gallinas son muy valientes y me gustaría que me ayudaran a encontrar a mis amigos. He estado muy solo desde que vine a este bosque." - explicó.
Sorprendidas, Rosita y Carmela se miraron.
"¿Amigos? ¿Pero qué tipo de amigos?" - preguntó Carmela, intrigada.
"Solo he visto dinosaurios enormes, y todos parecen asustarse de mí antes de que pueda hablarles. Busco criaturas que sean valientes como ustedes, que tengan un buen corazón" - respondió Últimasaurio.
Las gallinas, emocionadas pero cautas, decidieron ayudar al Últimasaurio.
"Está bien, te ayudaremos. Pero primero, contanos qué te pasó exactamente" - dijo Rosita.
"Yo solía vivir en un lugar lleno de amigos, pero un día, la tierra tembló y todos se fueron. Entonces intenté buscar un nuevo hogar, pero esta soledad se volvió muy pesada" - contó Últimasaurio con tristeza.
Las gallinas sintieron empatía por el enorme dinosaurio y decidieron que era hora de actuar.
"¡Vamos a buscar a tus amigos!" - exclamó Carmela.
"¡Con nuestra valentía, no hay nada que no podamos hacer!" - añadió Rosita, convencida.
Así, los tres comenzaron su aventura. Juntos recorrieron el bosque, preguntando a los otros dinosaurios si habían visto a los amigos de Últimasaurio. Sin embargo, muchos se asustaban y huían al ver su gran tamaño.
"Es muy difícil encontrar amigos, Últimasaurio. Pero no te desanimes. A veces los mejores amigos son los que menos esperamos" - dijo Carmela mientras cruzaban un pequeño río.
Finalmente, llegaron a un claro donde encontraron a un grupo de dinosaurios pequeños, jugando.
"¡Hola! ¿Ustedes han visto a mis amigos?" - preguntó Últimasaurio con esperanza.
"Amigos, no. ¡Pero puedes jugar con nosotros!" - respondieron los pequeños dinosaurios, un poco asustados pero curiosos.
Los pequeños, al ver que Últimasaurio solo quería jugar, se acercaron. Juntos comenzaron a jugar a escondidas, y poco a poco, la timidez se desvaneció.
"¡Mirá lo que puedo hacer!" - dijo Últimasaurio mientras saltaba suavemente, intentando no asustar a los más pequeños.
"¡Qué divertido!" - exclamaron ellos.
Las gallinas se sintieron felices al ver que aquellos momentos de alegría creaban nuevos lazos.
Poco a poco, el grupo se fue llenando de risas y aventuras.
"Nunca pensé que podríamos hacer amigos en este bosque" - comentó Rosita mientras picoteaba un pequeño rincón.
"Eso fue increíble, Últimasaurio. Sos un gran compañero" - añadió Carmela.
Al final del día, Últimasaurio ya no se sentía solo. Había encontrado amigos y comprendido que lo importante no era el tamaño sino el corazón.
"Gracias a ustedes, ahora sé que no necesito ser grande para tener amigos. Y gracias por mostrarme que la valentía viene en todas las formas y tamaños" - dijo Últimasaurio, emocionado.
Las gallinas sonrieron y se dieron cuenta de que a veces, los encuentros inesperados pueden traernos grandes alegrías. En el bosque, donde la amistad floreció entre un dinosaurio y dos gallinas, se enseñó a todos que el valor de la amistad y la valentía son más grandes que cualquier temor y que el amor y la bondad siempre encuentran su camino.
FIN.