El Último Año en el Instituto Nuestra Señora del Iguazú



Era un día soleado en el Instituto Nuestra Señora del Iguazú. El ambiente estaba lleno de emoción, nervios y alegría, ya que los alumnos de 6to año estaban a punto de finalizar su etapa en primaria. Sofía, María, Valentina, Sol, Caty, Valen, Abril, Rocio, Maka, Vicky, Luis, Seiel, Dylan, Faby, Fabri, Lauty y Nahuel se reunieron en el patio para hablar sobre lo que les esperaba.

"¿Están listos para el baile de egresados?" - preguntó Valentina, sonriendo.

"¡Sí!" - respondieron todos, pero algunos parecían un poco nerviosos. "Es una gran despedida, pero también un nuevo comienzo," añadió Abril.

El grupo estaba emocionado, pero también asustado por lo que vendría. Habían compartido tantos momentos juntos, desde juegos en el recreo hasta travesuras en clase.

"¿Y qué pasará con todos nosotros después de esto?" - preguntó Sol, un poco triste.

"Siempre nos recordaremos, no importa la distancia," dijo Nahuel, buscando animarlos.

Decidieron organizar un proyecto conjunto antes de su graduación: un mural que represente su amistad y todos los recuerdos vividos en el colegio. La decisión fue imediata y comenzaron a trabajar juntos después de clases.

"Podemos poner dibujos de lo que más nos gusta de cada uno de nosotros," sugirió Faby.

"Me gusta la idea, así cada uno deja una parte de sí mismo en el mural," comentó Maka, contenta.

Días después, mientras pintaban, comenzaron a salir a la luz sus temores sobre el futuro.

"Yo no sé si voy a poder hacer nuevos amigos en la secundaria," confesó Dylan, mirando el pincel con preocupación.

"Yo pienso lo mismo..." - añadió Caty "¿Qué tal si todos terminamos en diferentes colegios?"

Entonces, Luis tomó la palabra.

"Escuchen, ¡siempre vamos a estar unidos! Esto es solo un capítulo más de nuestras vidas. Podemos hacernos videollamadas o vernos los fines de semana."

Pensando en eso, decidieron no dejarlo todo solo en palabras. Hicieron un compromiso: cada mes se reunirían, sin importar en qué institución fueran a estudiar, ya sea en el mismo barrio o más lejos.

Con el paso de los días, el mural cobró vida. Cada uno aportó su talento: los que dibujaban con más destreza hacían bocetos coloridos, mientras que otros aportaban versos que hablaban de su amistad.

Finalmente, llegó el día del baile de egresados. Todo el grupo se vistió con sus mejores galas y asistieron al evento juntos. La emoción era palpable, pero también había algo más: una certeza de que estaban listos para enfrentar cualquier desafío.

"¿Listos para la foto?" - gritó Seiel. Todos se alinearon, riendo y bromeando.

"¡Sonrían, es nuestro gran día!" agregó Lauty, mientras pulsaba el botón de la cámara.

Y así, esa noche, orgullosos de su trabajo y de sus recuerdos, bailaron y celebraron hasta que se hizo tarde, prometiendo que su amistad sería eterna, más allá de la secundaria. Al despedirse en la puerta del colegio, Valen dijo:

"Hicimos mucho más que un mural. Creamos memorias que quedarán en nuestro corazón."

Alzaron sus manos y gritaron un unísono:

"¡Por siempre nuestros recuerdos! ¡Por siempre nosotros!"

FIN.

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