El Último Día en el Jardín
Era un soleado día de diciembre y en el jardín de infantes "Colibrí Alegre", la seño María Amelia preparaba un festejo muy especial. Era el último día de clases para sus alumnos de 5 años, y ella quería que fuera un día inolvidable.
María Amelia había estado enseñando a estos pequeños durante todo el año, y había compartido con ellos risas, juegos y muchas aventuras. Cada uno era especial para ella, desde el inquieto Joaquín hasta la dulce Valentina.
"¡Hola, mis amores!" - dijo María Amelia con una sonrisa radiante. "Hoy celebramos nuestro último día juntos en el jardín. ¿Están listos para divertirnos?"
"¡Sí, seño!" - gritaron todos al unísono.
Llegó el momento de compartir las sorpresas. María Amelia había preparado varias estaciones de juegos. En una esquina, había una mesa llena de pinturas y pinceles, en otra, habían globos y serpentinas. Pero había un globo que se destacaba: uno enorme y brillante con forma de estrella.
"Ese globo será muy especial; lo soltaremos al final de la fiesta como símbolo de nuestros sueños. ¿Qué les gustaría que llevase este globo al cielo?"
Los niños comenzaron a compartir sus sueños.
"¡Que vuele para que yo sea astronauta y llegue a la luna!" - dijo Joaquín, con los ojos brillando de emoción.
"Yo quiero que llegue hasta el arcoíris y traiga un poco de magia" - agregó Valentina, con su dulce voz.
Mientras los niños se entretenían, María Amelia observaba con ternura. Pero de repente, se dio cuenta de que uno de sus alumnos, Mateo, estaba sentado apartado, con la mirada triste.
Se acercó a él y le preguntó:
"¿Por qué estás tan calladito, Mateo?"
"No quiero que se acabe el jardín, seño. Me gusta estar con ustedes..." - respondió Mateo, con una voz suave.
María Amelia se sentó a su lado y le dijo:
"Entiendo, Mateo. Todos estamos tristes porque tenemos que despedirnos, pero terminar el jardín no significa que nos vayamos para siempre. Siempre llevaremos a nuestros amigos y aprendizajes en el corazón. Además, te prometo que seguirás aprendiendo cosas maravillosas en la primaria."
"¿De verdad?" - preguntó Mateo, asomando una sonrisa.
"¡Claro! Y siempre llevarás esta experiencia contigo. Hoy es un cierre, pero también un comienzo. Vamos a celebrar lo que hemos vivido juntos y a soñar sobre lo que vendrá."
Mateo se sintió mejor y se unió a los demás para seguir jugando. Finalmente llegó el momento de soltar el globo. María Amelia reunió a todos los pequeños y les dijo:
"Ahora es el momento. Cada uno de ustedes puede decir en voz alta su sueño antes de liberar el globo. ¿Listos?"
Uno a uno, los niños compartieron sus deseos, llenando el ambiente con risas y esperanzas. Cuando llegó el turno de Mateo, él exclamó:
"¡Quiero que el globo lleve mis ganas de ser un gran escritor!"
María Amelia sonrió, impresionada por la sabiduría de los pequeños.
"Ese es un sueño hermoso, Mateo. ¡Seguro que lo lograrás!"
Finalmente, juntos soltaron el globo, que se elevó hacia el cielo, llevándose con él todos sus sueños e ilusiones.
Los niños aplaudieron y saltaron de alegría mientras el globo se alejaba.
"¡Adiós, globo! ¡Hasta pronto!" - gritaron.
María Amelia sintió una mezcla de alegría y tristeza en su corazón. Sabía que aunque la despedida era dura, muchos nuevos comienzos estaban en puerta.
"Siempre seré su seño, y siempre estaré en cada uno de ustedes. Recuerden que cada final es también un nuevo comienzo. ¡Los quiero mucho!" - dijo con lágrimas en los ojos.
Y así, con risas, abrazos y sueños volando al cielo, aquellos pequeños se despidieron de su primer gran aventura, listos para enfrentar el mundo con valentía y amor.
FIN.