El Último Dodo de Mauricio
En una hermosa mañana en la isla de Mauricio, un pequeño dodo llamado Dodi despertó de su sueño. A diferencia de los dodos que estaban extintos, Dodi era un dodo sobreviviente, único en su especie. Con su plumaje gris y su pico curvado, Dodi era un ave curiosa y llena de energía.
Dodi salió de su nido y se acercó a un grupo de tortugas marinas que estaban tomando el sol.
"¡Hola, tortugas! ¿Qué están haciendo?" - preguntó Dodi emocionado.
"Hola, Dodi. Estamos disfrutando del sol y esperando a que suba la marea para ir a buscar algas frescas", respondió una tortuga llamada Tula.
Dodi siempre había soñado con explorar la isla más allá de su hogar. Sabía que los humanos habían visitado Mauricio, pero nunca había visto uno. Entonces, decidió aventurarse hacia la selva.
Mientras caminaba, Dodi se encontró con una colmena llena de abejas.
"¿Qué hacen ustedes aquí, abejas?" - preguntó Dodi curioso.
"Coleccionamos néctar de las flores para hacer miel, Dodi.¡Querés probarla?" - ofreció una abeja llamada Bella.
Dodi probó la miel y le encantó.
"¡Es deliciosa! ¿Puedo ayudarles?" - preguntó Dodi emocionado.
"Sí, compañero. Pero primero debes cuidar de no asustar a los humanos, son un poco torpes", advirtió Bella.
Dodi tomó las palabras de la abeja en cuenta y siguió su camino. Al poco tiempo, llegó a un claro donde unos niños estaban jugando.
"¡Hola! Son muchos, y se ven divertidos", pensó Dodi.
Pero cuando el dodo salió a saludarlos, los niños se asustaron y comenzaron a gritar.
"¡Es un pajarito gigante! ¡Corre!" - gritó uno de ellos.
Dodi se sintió triste. No quería asustar a nadie, solo quería hacer amigos.
Luego de aquel malentendido, Dodi pensó que debía hacer algo diferente. Recordó las palabras de Bella. Tal vez, si era cuidadoso, podría acercarse a los humanos de nuevo.
Él decidió mostrar sus habilidades. Se subió a una roca y comenzó a hacer piruetas. Saltaba y giraba, moviendo sus alas con gracia. Los niños, al verlo, se asomaron curiosos.
"¡Miren eso! ¡El pajarito está bailando!" - exclamó una niña llamada Lila.
Con el tiempo, los niños comenzaron a relajarse y a acercarse lentamente a Dodi.
"¿Cómo te llamas?" - preguntó Lila.
"Soy Dodi, el último dodo de Mauricio. ¡Me gustaría ser su amigo!" - respondió Dodi, con su corazón lleno de esperanza.
Los niños se rieron y comenzaron a correr alrededor de Dodi, vamos a jugar, ¿te gustaría?"¡Claro!" - gritó Dodi emocionado.
Todos comenzaron a jugar juntos: hicieron carreras, recapturaron a Dodi cada vez que se escapaba por su agilidad. Dodi estaba feliz. Al final del día, mientras el sol se ponía, los niños decidieron que volverían a visitar a Dodi.
"¡Eres genial, Dodi! Nunca había jugado con un dodo", dijo Lila, sonriendo.
A partir de ese día, los niños se convirtieron en los mejores amigos de Dodi. No solo jugaban juntos, sino que también ayudaban a cuidar el entorno de la isla, aprendiendo sobre la importancia de la naturaleza y la conservación. Juntos enseñaron a los adultos sobre el valor de proteger a los animales y plantas de su hogar.
Así, Dodi no solo encontró amigos, sino que también inspiró a los humanos a cuidar de la isla de Mauricio, asegurando que su hogar siguiera siendo un lugar mágico donde todos pudieran vivir en armonía.
Desde entonces, Dodi se convirtió en un símbolo de esperanza y amistad. A través de sus aventuras, aprender sobre la naturaleza se volvió divertido y educativo para todos. Dodi y los niños compartieron risas, alegrando el corazón de todos en la isla, haciendo que el legado del último dodo perdurara para siempre en la memoria de Mauricio.
FIN.