El Último Hielero
En un rincón remoto del majestuoso Chimborazo, vivía Baltazar Ushca, un hombre sabio y fuerte, conocido como el último hielero. Todos los días, antes de que el sol asomara por los picos nevados, Baltazar se despertaba con el canto de los cóndores, listo para realizar su tarea especial. Baltazar no solo trabajaba; él era un maestro de una técnica ancestral de cortar hielo, que había pasado de generación en generación.
Una fría mañana, Baltazar se puso su poncho y se dirigió hacia la cima del Chimborazo. "¡Hoy será un gran día!"- se dijo, mientras la nieve crujía bajo sus pies. Su corazón latía con emoción al pensar en el hielo que pronto llevaría a la ciudad de Riobamba, donde la gente dependía de su hielo para conservar sus alimentos.
Al llegar a su lugar favorito, Baltazar se agachó, observando la brillante capa de hielo que cubría la piedra. Usando su cuchilla de hielo, se puso a trabajar con maestría. "Con paciencia y cariño, el hielo saldrá perfecto"-, murmuró. Después de horas de esfuerzo, logró cortar bloques de hielo que brillaban como diamantes.
Con sus bloques bien atados, Baltazar emprendió el camino hacia abajo cargando el peso de su trabajo. Sin embargo, durante el camino, se encontró con una familia de agricultores que estaban muy preocupados.
"¡Hola, Baltazar!"- exclamó la madre, "nuestro helado se ha derritido porque no tenemos hielo y hay una fiesta esta noche. ¿Podrías ayudarnos?"-
"Por supuesto, amigos, pero necesito llevar el hielo al mercado primero. Sin embargo, puedo traeros un bloque después"-, respondió Baltazar con amabilidad.
Continuó su descenso y, cuando llegó a Riobamba, sus amigos ya lo esperaban. "¡Baltazar! ¡El último hielero!"- gritaron, aplaudiendo su llegada. Comenzó a vender su hielo, sonriendo al verla en las manos de los clientes que estaban felices.
Entusiasmado, Baltazar decidió que, en lugar de quedarse con el dinero, lo utilizaría para comprar semillas para la familia agricultora en necesidad. "La comunidad es lo más importante. Juntos somos más fuertes"-, pensó mientras hablaba con sus clientes sobre la importancia de ayudar a los demás.
Así, le hizo entrega de un buen bloque de hielo a la madre de los agricultores. "Este hielo asegurará que tu helado esté bien frío para la fiesta"-, dijo Baltazar, contento por haber logrado cumplir promesas.
Esa noche, mientras la gente bailaba y se reía en la plaza, Baltazar se sintió feliz al ver a la familia disfrutar de la celebración. "Cada bloque de hielo que corto no es solo para vender, es una forma de conectar a la comunidad. Mi trabajo hace que la gente celebre, que compartan, que sean felices"- pensó Baltazar mientras el viento soplaba suave.
Desde aquel día, Baltazar no solo se convirtió en el héroe de la nieve, sino también en el héroe de la comunidad, demostrando que incluso el acto más simple puede tener un impacto profundo en la vida de los demás. Y así, día tras día, Baltazar siguió cortando hielo, no solo para mantener frescos los alimentos, sino también para mantener viva la esencia de la solidaridad y el amor entre la gente de Riobamba.
FIN.