El Último Texto Literario
Era un lunes soleado en la escuela secundaria "Juan Martín", y la maestra Valentina se preparaba para recibir a sus alumnos de 3ro. Tenía un gran tema para su clase: textos literarios. Sin embargo, no sería una lección común y corriente; Valentina siempre había creído que la literatura podía cambiar vidas.
Cuando los estudiantes entraron al aula, estaban más interesados en el último partido de fútbol que en cualquier otra cosa. Micaela, la más inquieta del grupo, fue la primera en hablar.
"¡Miss! ¡No entiendo por qué tenemos que leer textos viejos!"
"La literatura no es vieja, Micaela. Es el reflejo de nuestras emociones, y de la historia que vivimos", respondió Valentina con una sonrisa.
Valentina había planeado algo especial. En lugar de analizar textos aburridos, había escondido fragmentos de cuentos por todo el jardín de la escuela.
"Hoy, vamos a buscar historias en el jardín. Cada fragmento tiene un mensaje que debemos descubrir".
Los chicos se miraron entre sí, intrigados.
"¿Es un juego?" preguntó Tomás, que siempre se mostraba escéptico.
"Sí, pero también es una aventura literaria. El primero que encuentre un fragmento debe compartirlo con el resto y así armaremos juntos un cuento. ¡Vamos!"
Los estudiantes salieron corriendo al jardín. Micaela encontró el primero, que decía: “El valor de ser uno mismo.” Se subió a una banca para leerlo.
"Es como cuando uno tiene miedo a ser diferente, pero en realidad lo que importa es ser auténtico", reflexionó.
Luego, Andrés encontró otro fragmento que decía: “Las palabras tienen poder”.
"Eso me hace pensar en cómo nuestras palabras pueden herir o sanar", dijo Andrés.
Pasaron unos minutos y cada uno aportó un descubrimiento. Valentina observaba con una mezcla de orgullo y emoción. Cuando todos tuvieron su texto en mano, el aula se transformó en un taller creativo.
"Ahora, es momento de unir las historias y escribir nuestro propio cuento. ¡Dejen volar su imaginación!"
Los estudiantes comenzaron a escribir, pero a medida que avanzaban, la historia iba tomando giros inesperados. La trama se centraba en un héroe que debía superar sus propios miedos y encontrar su voz.
"¡Esto es genial!", gritó Micaela, mientras introducía un personaje que sabía volar.
"Pero, ¿por qué volaría?", preguntó Tomás.
"Porque representa la libertad de ser uno mismo, ¡como el texto que encontramos!"
Justo cuando la historia parecía estar completa, Valentina interrumpió.
"Chicos, tenemos que decidir cómo termina. El desenlace es crucial. ¿Cómo creen que debería terminar la historia?"
Los alumnos comenzaron a discutir.
"Podría sacrificar su vuelo por ayudar a otros", sugirió Andrés.
"O podría volar alto y animar a los demás a que lo hagan también", propuso Micaela.
Después de una intensa discusión, decidieron que el héroe elegiría ayudar a otros, transformando la historia en una lección sobre la importancia de la comunidad.
"Esto es increíble, no pensé que un archivo de texto pudiese ser tan emocionante", confesó Tomás.
Finalmente, al terminar la narración, Valentina sonrió y les dijo:
"¿Vieron cómo los textos literarios pueden inspirar nuestras vidas? Cada uno de ustedes es autor de su propia historia. Nunca dejen de escribirla y vivirla con valentía."
Los alumnos, satisfechos y entusiasmados, dejaron el aula con una nueva perspectiva sobre la literatura. Al salir, Micaela se giró hacia sus compañeros.
"Tal vez deberíamos hacer un club de lectura. ¡La literatura puede ser muy copada!"
Y así, gracias a la maestra Valentina, un grupo de jóvenes descubrieron que los textos literarios no eran sólo palabras en un libro, sino puertas a nuevas aventuras e ideas.
Desde aquel día, cada vez que miraban un libro, lo hacían con una chispa de curiosidad y una gota de valentía, listos para descubrir qué historias se escondían entre sus páginas.
FIN.