El Unicornio de los Dulces Mágicos
En un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y las flores danzaban al viento, vivía un unicornio llamado Lúmino. Lúmino era conocido por su brillante cuerno multicolor que destellaba bajo el sol, pero también por algo muy especial: tenía la habilidad de crear dulces mágicos, que no solo eran ricos, sino que también traían alegría a quien los probaba.
Un día, mientras Lúmino paseaba por el bosque, escuchó a un grupo de niños jugando cerca de un arroyo. Se acercó sigilosamente y vio que estaban tristes.
- “¿Por qué están tan tristes, pequeños? ” - preguntó Lúmino.
- “No tenemos dulces para celebrar el cumpleaños de Sofía. Todos los amigos se están preparando para la fiesta, y nosotros no tenemos nada” - contestó Mateo, el más pequeño de todos.
Lúmino pensó que podría ayudar. Cerró los ojos, agitó su cuerno y, de repente, grandes y coloridos dulces comenzaron a aparecer a su alrededor.
- “¡T omá, pequeños amigos! Los dulces de la alegría, para que celebre Sofía su cumpleaños” - dijo el unicornio, repartiendo caramelos de todos los colores.
Los niños brillaron de felicidad y comenzaron a reír. Sofía, al ver lo que ocurría, se acercó a Lúmino.
- “¿Quién eres tú? ” - preguntó asombrada.
- “Soy Lúmino, el unicornio de los dulces mágicos. ¡Feliz cumpleaños, Sofía! ”
Sofía sonrió y con los ojos llenos de sorpresa tomó un dulce.
- “¡Qué delicia! ¿Por qué me regalas dulces? ” - indagó.
- “La alegría se comparte, y los dulces saben mejor cuando se disfrutan juntos. Además, siempre que regales felicidad, recibirás más de lo que das” - explicó Lúmino.
Sofía se sintió muy feliz y decidió hacer algo especial con sus amigos. Propuso organizar juegos en el bosque usando los dulces como premios.
Mientras jugaban, un viento suave comenzó a soplar y los dulces mágicos de Lúmino crearon un espectáculo deslumbrante, llenando el cielo de colores.
- “¡Miren! ¡Los dulces están volando! ” - exclamó Mateo.
Los niños miraban con asombro. Pero de repente, un fuerte trueno resonó y un grupo de nubes oscuras cubrió el cielo.
- “¡Hay que buscar refugio! ” - gritó Sofía, abrazando a sus amigos.
Lúmino, viendo el miedo en los ojos de los niños, decidió actuar.
- “No teman, niños. ¡Confíen en mí! Pueden subirse a mi espalda y juntos volaremos hacia un lugar seguro” - ofreció el unicornio.
Los niños no dudaron y se montaron en el brillante lomo de Lúmino. Al unísono, él tomó vuelo y se elevó por encima de las nubes, llevando a los niños a un claro en el bosque donde el sol brillaba y las flores aún cantaban.
- “Aquí estarán a salvo. Siempre que estén juntos, la felicidad siempre volverá” - dijo Lúmino.
Cuando vieron la tormenta desde lo alto, los niños se sintieron valientes y alegres. Después de un rato, vieron que la lluvia se llevaba las nubes oscuras, y el sol volvía a brillar. Lúmino, agradecido por haber podido ayudar, decidió que compartiría su dulzura con cada niño que encontrara en su camino.
- “Recuerden lo que aprendieron hoy, cada dulce que compartan les traerá más alegría. Siempre sean amables y generosos” - les aconsejó mientras cada uno de ellos se deslizaba de su espalda.
Desde entonces, Lúmino se convirtió en un visitante habitual en el bosque, llevando dulces y enseñando a los niños sobre la importancia de compartir y ser felices. Sofía nunca olvidó su cumpleaños, el día en que conocieron a un unicornio que cambiaba la tristeza por dulzura, y cada vez que saboreaban un dulce, recordaban la magia de la amistad.
Así fue como Lúmino, el unicornio de los dulces mágicos, se convirtió en el guardián de la alegría en el bosque encantado. Y todos, niños y criaturas, aprendieron que la verdadera magia reside en compartir y hacer sonreír a los demás.
FIN.