El Unicornio y la Mariposa Morada
En un hermoso valle lleno de flores de todos los colores, donde el sol siempre brillaba, vivía un unicornio llamado Lúa. Su melena era de un color arcoíris que resplandecía a la luz del sol, y su cuerno brillaba como una estrella. Un día, mientras galopaba por el prado, Lúa se detuvo a admirar un jardín lleno de flores moradas. Fue entonces cuando vio a una pequeña mariposa de alas moradas revoloteando entre las flores.
"¡Hola! Soy Lúa, el unicornio. ¿Quién sos vos?" - preguntó el unicornio emocionado.
"¡Hola! Soy Mía, la mariposa morada. Vivo alrededor de este jardín y me encanta bailar entre las flores" - respondió Mía, con un giro elegante en el aire.
Desde ese día, Lúa y Mía se hicieron grandes amigas. Pasaban horas jugando y explorando el valle. Lúa le enseñó a Mía a galopar con gracia, mientras que Mía le mostró a Lúa cómo danzaban las flores al son del viento. Sin embargo, un día, mientras volaban cerca de un río, Mía se dio cuenta de que algunas flores estaban marchitas y tristes.
"¡Lúa, mira esas flores! Se ven muy mal. ¿Qué podemos hacer?" - preguntó Mía con preocupación.
Lúa pensó por un momento y tuvo una idea brillante.
"Podemos preguntar a los sabios del bosque, ellos sabrán qué hacer." - sugirió Lúa.
Así que, con determinación, se dirigieron al árbol más grande del bosque, donde vivía un anciano búho llamado Don Sabio. Al llegar, Lúa y Mía lo encontraron dormido en una rama.
"¡Don Sabio! ¡Despertate!" - gritó Lúa.
El búho abrió un ojo y los miró con curiosidad.
"¿Qué les trae por aquí, pequeños?" - preguntó con voz pausada.
"Las flores del río están marchitas. ¿Sabes por qué y cómo podemos ayudar?" - preguntó Mía ansiosamente.
Don Sabio, con su sabia mirada, miró a Lúa y Mía y dijo,
"Las flores necesitan amor y agua para volver a brillar. Deben mantenerlas cerca de su corazón y recordarles que son importantes."
Lúa y Mía regresaron al río y comenzaron a hablarle a las flores. Lúa les decía palabras tiernas y Mía volaba alrededor de ellas como un rayo de sol.
"¡No se sientan solas! ¡Son hermosas y tienen mucho que ofrecer!" - dijo Lúa, mientras Mía hacía piruetas en el aire.
Con cada palabra y cada gesto, las flores empezaron a estar menos marchitas. Lúa allana un camino y empieza a hacer una pequeña charca para que las aguas del río les lleguen a las flores. Juntas, Lúa y Mía fueron trayendo amor y agua.
Los días pasaron y, poco a poco, las flores comenzaron a reanimarse. Un día, Lúa y Mía fueron a ver cómo estaban, y se sorprendieron al encontrar un prado espléndido lleno de colores brillantes y un aroma dulce en el aire.
"¡Lo logramos!" - exclamó Mía, danzando de alegría.
"¡Sí! Nunca subestimemos el poder de la amistad y el amor" - respondió Lúa con una sonrisa.
Desde ese día, aprendieron que con amor y esfuerzo, incluso las cosas más tristes pueden florecer nuevamente. Lúa y Mía se convirtieron en los guardianes del jardín, siempre atentos a cuidar de cada flor, sabiendo que la verdadera magia estaba en compartir y ayudar a los demás.
Y así, el unicornio y la mariposa morada continuaron su hermosa amistad, siempre haciendo que el mundo a su alrededor fuera un lugar más brillante y lleno de amor.
FIN.