El valiente abrazo de la oscuridad


Había una vez en un pequeño pueblo, una mujer llamada Elena, que vivía sola en una casita junto al bosque. Todas las noches, cuando la oscuridad caía y el viento soplaba frío, Elena sentía miedo de estar sola. Su corazón latía rápido y sus pensamientos se llenaban de sombras. Un día, decidió enfrentar su temor y buscar una solución. Así que emprendió un viaje por el bosque en busca de respuestas.

En el camino, Elena se encontró con una familia de conejos que se preparaba para hibernar. "¿Por qué tienes miedo de la oscuridad?", le preguntó el conejito más pequeño. "Porque me siento sola y asustada", respondió Elena. Los conejos le contaron sobre su valentía para enfrentar la oscuridad y le regalaron una ramita de trébol como amuleto de protección.

Al seguir caminando, Elena se topó con un búho sabio posado en una rama. "¿Por qué temes a las noches frías?", preguntó el búho. "Porque me siento vulnerable y desprotegida", confesó Elena. El búho le habló sobre la fuerza interior que todos poseemos y le regaló una pluma suave como símbolo de valor.

Con su amuleto de trébol y la pluma en su bolsillo, Elena continuó su camino hasta llegar a un claro del bosque donde se encontró con una luciérnaga brillante. "¿Por qué huyes de la oscuridad?", preguntó la luciérnaga. "Porque me siento perdida y sin esperanza", respondió Elena con tristeza. La luciérnaga le mostró cómo iluminar su propio camino y le regaló una pequeña lámpara de luz.

De regreso a su hogar, Elena miró el trébol, la pluma y la pequeña lámpara. Recordó las palabras de los conejos, el búho y la luciérnaga. Descubrió que la valentía, el valor y la luz estaban dentro de ella todo el tiempo. Desde ese día, ya no temía a la oscuridad. Cuando la noche caía, encendía su lámpara y se sentía acompañada por su propia luz interior.

Y así, Elena aprendió que incluso en las noches más frías, nunca estaba realmente sola. Siempre llevaba consigo el valiente abrazo de la oscuridad.

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