El valiente Benjamín



Había una vez un niño llamado Benjamín, quien le tenía un miedo terrible al odontólogo.

Cada vez que sus papás lo llevaban a la consulta dental, él se ponía tan nervioso que comenzaba a llorar y buscaba desesperadamente a sus papás para huir de allí. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Benjamín tropezó y cayó al suelo. Cuando se levantó, sintió algo extraño en su boca.

Al mirarse en el espejo del baño del parque, descubrió que se le había partido un diente. Benjamín entró en pánico. Sabía que necesitaba ir al dentista para arreglar su diente roto, pero el miedo era más fuerte que nunca.

Corrió hacia donde estaban sus papás y les mostró lo ocurrido. - ¡Papá! ¡Mamá! -exclamó Benjamín sollozando-. Se me ha partido un diente y tengo mucho miedo de ir al dentista.

Sus papás comprendieron la preocupación de Benjamín y decidieron ayudarlo a superar su miedo. Le explicaron cómo los odontólogos son profesionales que cuidan de nuestros dientes para mantenernos sanos y felices. - Hijo -dijo mamá con ternura-, sé que te da mucho miedo ir al dentista, pero debemos hacerlo por tu bienestar.

Además, si no arreglamos tu diente roto ahora, podría causarte más problemas en el futuro. Benjamín escuchaba atentamente las palabras de sus padres e intentaba tranquilizarse poco a poco. Aunque aún sentía miedo, sabía que debía enfrentarlo.

Al día siguiente, Benjamín se encontró frente a la puerta del consultorio dental. Respiró profundamente y entró con valentía, aunque su corazón latía rápidamente.

El dentista lo recibió amablemente y le explicó todo el proceso de reparación de su diente. Durante la consulta, el odontólogo fue muy paciente con Benjamín. Le mostró todos los instrumentos y le explicó cómo funcionaban antes de comenzar cualquier procedimiento. También le contaba chistes para hacerlo reír y sentirse más relajado.

Poco a poco, Benjamín comenzó a sentirse más cómodo en la silla del dentista. Se dio cuenta de que no era tan malo como él pensaba.

A medida que avanzaba el tratamiento para arreglar su diente roto, el miedo desaparecía lentamente. Cuando terminaron, el odontólogo felicitó a Benjamín por ser tan valiente durante toda la consulta. - ¡Lo hiciste genial! -dijo sonriente-. Ahora tu diente estará como nuevo.

Benjamín salió del consultorio con una gran sonrisa en su rostro. Había descubierto que enfrentar sus miedos podía llevarlo a superarlos y lograr cosas asombrosas. Desde ese día, Benjamín dejó atrás su miedo al dentista.

Comenzó a cuidar mejor sus dientes cepillándolos después de cada comida y visitando regularmente al odontologo sin temor alguno. Incluso se convirtió en un defensor de la salud bucal entre sus amigos y les contaba cómo había superado su miedo al dentista.

Les enseñaba que no hay nada de qué preocuparse y que los odontólogos están allí para ayudarnos a mantener nuestras sonrisas saludables. Benjamín aprendió una valiosa lección: enfrentar nuestros miedos nos ayuda a crecer y descubrir nuevas fortalezas dentro de nosotros mismos.

Y así, con su nueva confianza, Benjamín siguió adelante, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

FIN.

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