El valiente corazón de Sara
Sara se encontraba en su habitación, con el corazón aún acelerado por el susto de la noche anterior. Había pasado horas sin poder conciliar el sueño, recordando los gritos y golpes en la puerta que la habían asustado tanto.
Decidió levantarse y preparar un desayuno rápido para intentar olvidar lo ocurrido. Mientras comía unas tostadas con mermelada, escuchó un ruido proveniente del jardín.
Con paso tembloroso se acercó a la ventana y vio a un gatito negro maullando en busca de ayuda. Sara abrió la ventana y el pequeño felino entró corriendo, frotándose contra sus piernas en señal de agradecimiento. "¡Hola! ¿Estás perdido?", preguntó Sara mientras acariciaba al minino.
El gato respondió con un suave ronroneo y Sara sonrió por primera vez desde aquella noche terrorífica. Decidió llamarlo —"Pelusa" por su pelaje suave como algodón de azúcar. Juntos pasaron todo el día jugando y explorando cada rincón de la casa.
Al atardecer, cuando el sol comenzaba a esconderse tras las montañas, Sara recordó que necesitaba comprar comida para Pelusa. Así que tomó su bicicleta e invitó al gato a acompañarla en esta aventura.
Juntos recorrieron las calles del vecindario, disfrutando del aire fresco y los colores cálidos del atardecer. En una de las tiendas locales, Sara compró comida para Pelusa y algunos dulces para ella.
Mientras regresaban a casa, notaron que una anciana estaba teniendo problemas para cruzar la calle debido al tráfico pesado. Sin dudarlo, Sara se bajó de su bicicleta y ofreció ayuda. "Señora, ¿necesita ayuda para cruzar?", preguntó Sara con amabilidad.
La anciana le sonrió agradecida y aceptó la mano de Sara para atravesar segura hasta el otro lado. Una vez allí, le dio las gracias efusivamente y le regaló una pulsera hecha a mano como muestra de gratitud.
De vuelta en casa, Sara sintió una sensación cálida en su pecho al recordar lo feliz que había hecho no solo a Pelusa sino también a esa amable anciana. Se dio cuenta de que ayudar a los demás traía consigo una alegría especial que llenaba su corazón más allá del miedo o la soledad.
Esa noche, antes de dormir plácidamente junto a Pelusa recostado en sus pies, prometió seguir siendo amable y valiente cada día, enfrentando sus miedos con bondad y solidaridad hacia quienes lo necesitaran.
Desde entonces, Sara supo que nunca más estaría sola porque siempre habría alguien dispuesto a brindarle amor incondicional como Pelusa o apreciar sus actos generosos como aquella gentil anciana.
Y así fue cómo aprendió que incluso en los momentos más oscuros siempre hay luz si sabemos mirar con amor y compasión hacia los demás. Fin
FIN.